PRIORIDAD AMBIENTAL
Ojalá la política contra la salvaje deforestación no quede en letra muerta.
Juan Lozano | @JuanLozano_R
11 de enero 2021 , 12:18 a. m.
Durante la Cumbre de Cambio Climático de París, en 2015, con
bombos y platillos el gobierno de entonces se comprometió a
reducir a cero la tasa neta de deforestación en el Amazonas
para el año 2020, según lo recordó la directora de la Fundación
Natura, Elsa M. Escobar. Y ya se fueron el 2020 y con este, las
promesas incumplidas.
En términos de la protección de nuestros bosques, y más allá
de cualquier debate político, las negociaciones del proceso de
paz con las Farc produjeron dos efectos nocivos. Por una parte,
como se ha demostrado con datos irrefutables, se generaron
incentivos perversos para que se incrementaran las áreas
cubiertas con cultivos ilícitos por causa de quemas y talas
criminales y, por otra parteen otros territorios se produjeron
invasiones de colonos y especuladores de tierras para
potrerizarlas.
Tristemente, estos fenómenos golpearon tanto nuestra selva
amazónica como los importantes bosques húmedos del
Pacífico, donde, además, interactuaban mafias madereras y
mineras, y los bosques secos del Caribe, hoy reducidos a
menos del 2 % de su cobertura original.
Muchos creen que este es un problema de unos ambientalistas
fanáticos preocupados por unos árboles, unos pájaros y
algunos micos. Lejos de eso, la deforestación es un problema
que induce de manera severa el cambio climático causante de
tantos desastres, que ya nos están golpeando. Y más de 2.000
plantas y 500 especies de animales están amenazadas por
estos fenómenos en el país más biodiverso del mundo por
kilómetro cuadrado. Por lo demás, los servicios ecosistémicos
que prestan los bosques son fuente de bienestar humano y de
subsistencia para muchas comunidades.
A pesar de una pérdida de 2,8 millones de hectáreas de
bosques en las últimas dos décadas, Colombia todavía tiene
algo más de la mitad de su territorio (52 %) cubierto de bosques,
es decir, todavía tenemos mucho por cuidar y proteger, además
del reto de la recuperación y la restauración de las áreas
afectadas.
Por todo lo anterior, celebro la reciente expedición del Conpes
4021, que contiene la política integral para el control de la
deforestación y la gestión sostenible de los bosques. Es un
logro importante, producto de un trabajo serio de investigación
y articulación institucional. Felicitaciones. Y que conste que ya
sé que hay documentos Conpes para todo, como quien receta
acetaminofén para cada dolor de cabeza nacional (¡ya vamos
en 4.021!), y que hay miles de páginas de documentos Conpes convertidos en letra muerta. Confío, sin embargo, en que este
4.021 haga parte del selecto club de los que sí se cumplen.
Varias cosas por destacar. La identificación y priorización de 11
núcleos de alta deforestación, ubicados en 150 municipios, y la
articulación de intervenciones ambientales, de política social y
de fuerza pública a través de la Operación Artemisa, que
permitió quebrar la tendencia ascendente de la deforestación.
El reconocimiento a la necesidad de trabajar en llave con
autoridades regionales para ejercer el control territorial y reducir
dinámicas ilegales que estimulan la deforestación, como ha
sucedido en el Meta gracias al compromiso del gobernador
Zuluaga para enfrentar estas mafias.
Hay más. La consolidación de alternativas productivas
sostenibles. El fortalecimiento de los sistemas de monitoreo
para una gestión eficiente del recurso forestal. El cumplimiento
de la sentencia de la Corte STC-4360 de 2018, que declara a la
región amazónica como sujeto de derechos. La ampliación del
número de familias guardabosques y familias indígenas
remuneradas por cuidar bosques. El reconocimiento explícito
del pago por servicios ambientales, en fin.
Ahora que se ha dado este importante paso, se debe pasar de
las palabras a la acción y, ahora sí, cumplir con todos los
compromisos para proteger la inmensa riqueza forestal
colombiana con todo lo que ella implica.
JUAN LOZANO.
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Durante la Cumbre de Cambio Climático de París, en 2015, con bombos y platillos el gobierno de entonces se comprometió a reducir a cero la tasa neta de deforestación en el Amazonas para el año 2020, según lo recordó la directora de la Fundación Natura, Elsa M. Escobar. Y ya se fueron el 2020 y con este, las promesas incumplidas.
Por: Juan Lozano 11 de enero 2021 , 12:18 a. m.
Durante la Cumbre de Cambio Climático de París, en 2015, con bombos y platillos el gobierno de entonces se comprometió a reducir a cero la tasa neta de deforestación en el Amazonas para el año 2020, según lo recordó la directora de la Fundación Natura, Elsa M. Escobar. Y ya se fueron el 2020 y con este, las promesas incumplidas.
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En términos de la protección de nuestros bosques, y más allá de cualquier debate político, las negociaciones del proceso de paz con las Farc produjeron dos efectos nocivos. Por una parte, como se ha demostrado con datos irrefutables, se generaron incentivos perversos para que se incrementaran las áreas cubiertas con cultivos ilícitos por causa de quemas y talas criminales y, por otra parte, en otros territorios se produjeron invasiones de colonos y especuladores de tierras para potrerizarlas.
Tristemente, estos fenómenos golpearon tanto nuestra selva amazónica como los importantes bosques húmedos del Pacífico, donde, además, interactuaban mafias madereras y mineras, y los bosques secos del Caribe, hoy reducidos a menos del 2 % de su cobertura original.
Muchos creen que este es un problema de unos ambientalistas fanáticos preocupados por unos árboles, unos pájaros y algunos micos. Lejos de eso, la deforestación es un problema que induce de manera severa el cambio climático causante de tantos desastres, que ya nos están golpeando. Y más de 2.000 plantas y 500 especies de animales están amenazadas por estos fenómenos en el país más biodiverso del mundo por kilómetro cuadrado. Por lo demás, los servicios ecosistémicos que prestan los bosques son fuente de bienestar humano y de subsistencia para muchas comunidades.
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