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Llevo casi una hora buscando un mapa en mi cartoteca del mundo real y no aparece por ninguna parte. Como suele suceder con estas cosas, cuando deje de buscarlo, aparecerá. En este rato, revisando viejos mapas de todo tipo, me he dado cuenta de varios detalles en los que no había puesto mucha atención últimamente. La primera, por mucho que me pese, es que como un mapa de papel, bien hecho, no hay nada. Llevo tanto tiempo entre líneas de código y mapas en la pantalla que casi había olvidado la delicia que supone tratar con los verdaderos mapas de toda la vida. Vale, no todo en esta revisión ha sido maravilloso, también me he cruzado con cada engendro que… ¡grrrrr! Será por “deformación” profesional, frikismo geográfico o, simplemente manía, pero me solía fijar en algunos detalles que diferencian, a mi modo de ver, un buen mapa de otra cosa1. De muchos mapas de Internet, mejor no comentar nada. Vale, he aquí una minúscula lista de elementos o detalles que he elaborado sobre la marcha:
1.- Todo mapa debe estar norteado, es decir, orientado correctamente -hacia el norte, por lo general-. Vale, si se es australiano se puede orientar hacia el sur, no hay problema.
2.- No debe faltar la escala gráfica, elemento de suma utilidad.
3.- Colorín, colorado, si el mapa tiene demasiados colores, o se encuentran mal organizados, se convierte todo en un lío.
4.- Igualmente, una leyenda con demasiadas categorías, te hace perder la cabeza.
5.- Cada mapa se realiza con una finalidad. Un buen mapa será aquel que transmita con facilidad y rapidez -como se suele decir, de un vistazo- la idea que tenía en mente transmitir quien lo realizó y, por supuesto, quien lo encargó.
La lista podría crecer hasta el infinito: Mostrar datos del tipo de proyección utilizada, coordenadas UTM o del tipo que corresponda en cada caso
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