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Leyenda de América Central: El magüey
“Quetzalcóatl invitó en una oportunidad a Mayahuel, la diosa virgen, a conocer mundo. La diosa aceptó de inmediato y ambos bajaron de los cielos mientras la vieja Tzitzimitl. dormía. Tzitzimitl era la encargada de custodiar la virtud de Mayahuel, y cuando despertó se sintió burlada. Entonces llamó a todas sus hijas para vengar su orgullo. Madre e hijas partieron en busca de los fugitivos”.
La leyenda de la montana de maiz
Los dioses se preguntaron lo que podrían comer los hombres.
Un día, Quetzalcoatl encontró una hormiga roja en los alrededores de Teotihuacan. La hormiga llevaba un grano de maíz.
Muy interesado, Quetzalcoatl le preguntó dónde ella lo había encontrado. En un primer momento, la hormiga hizo como si nada pasara y prosiguió su ruta. Pero frente a la insistencia del dios ella respondió que lo había extraído de la “Montaña de Nuestra Alimentación” y lo invitó a seguirla.
Pero Quetzalcoatl era demasiado grande para entrar en este lugar como las otras hormigas. Entonces él debió recurrir a la magia y se transformó en hormiga negra. La hormiga roja lo esperaba en el interior, y lo guió hasta el lugar donde se encontraban montones y montones de maíz.
Después ella lo ayudó a recoger suficientes granos para compartir con los otros dioses. El gran Quetzalcoatl le agradeció y se fue.
Quetzalcoatl llevó el maíz a los otros dioses quienes, más tarde, lo dieron a comer a los hombres. El alimento era bueno. Había necesidad de más maíz, pero era una tarea fatigante transformarse en hormiga para llevar los granos poco a poco.
Quetzalcoatl intentó llevarse la “Montaña” entera pero no tuvo éxito. Los dioses pidieron entonces la ayuda al adivino Oxomo y su mujer Cipactonal para que ellos adivinen la suerte. Ellos le revelaron que si Nanahuatl lanzaba el rayo, la “Montaña de Nuestra Alimentación” permanecería abierta. Los Tlatocas (dioses de la lluvia) descendieron y comenzó a llover mientras que Nanahuatl lanzó el rayo sobre la “Montaña” que se abrió, dejando libres los granos de nuestra alimentación: maíz, judías… que los dioses aportaron a la humanidad.
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la zora y el lobito
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El lobo vivía con la zora, y ésta debía hacer lo que él le mandaba, porque era la más débil; con mucho gusto se hubiera librado de su amo. Un día en que los dos vagaban por el bosque, dijo el lobo: - Pelirroja, tengo hambre; búscame algo de comer o te devoraré a ti.