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Después de haber atravesado un camino largo y difícil, el viajero llegó a la entrada del pueblo en el que pasaría los próximos años de su vida. Inquieto sobre la forma de ser de la gente en ese lugar, le preguntó a un viejo hombre que descansaba recostado bajo la sombra de un frondoso árbol de cedro:¿Cómo es la gente en este lugar? -le dijo al viejo, sin saludarlo-. Es que vengo a vivir aquí y donde yo vivía las personas eran complicadas y agresivas. La arrogancia y la insensibilidad eran el pan de cada día. El anciano, sin mirarlo, respondió: Aquí la gente es igual.
El viejo siguió reposando. El caminante prosiguió su camino. Horas después otro viajero que también llegaba al pueblo se acercó al anciano y le dijo: – Buenas tardes, señor, disculpe la molestia, yo vengo a vivir a este pueblo y me gustaría saber cómo es la gente, porque en donde yo vivía las personas eran atentas, generosas y sencillas. El anciano levantó la cabeza, sonrió y le contestó: Aquí la gente es igual….
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo: ¿Cómo es posible dar la misma respuesta a dos preguntas tan diferentes? A lo cual el viejo contestó: – En vez de preguntarte cómo te tratan los que te rodean, mejor pregúntate cómo los tratas tú a ellos. A la larga la gente se termina comportando contigo como tú te comportes con ellos.
Esperamos que cambie el otro y sólo entonces estamos dispuestos a cambiar nosotros. Sin embargo, podemos hacer que las personas nos traten de otra forma más amable si somos los primeros en tratar con amabilidad. Podemos obtener una sonrisa si primero sonreimos nosotros. Podemos ser tratados con educación si hacemos de la educación una bandera en nuestro trato. Un axioma de la comunicació es que es bidireccional, o por decirlo de otra forma “Lo que das recibes”.