Que reflexión deja la leyenda de la princesa de guatavita
Que hizo enfadar al cacique
Cual fue la reacción de la princesa de guatavita
Que hubieras hecho en el lugar del cacique
Cual sería tu reacción frente a la decisión que tomo el cacique para amonestar a la cacica
de la leyenda de cacica de la guayabera
Respuestas
Por algún camino ideal de los que se adentraban en los bosques luminosos y húmedos de Cundinamarca (Colombia); en su parte nororiental, no lejos del actual río Bogotá o Chica Mocha o por las quebradas, que dan lugar al nacimiento del río San Francisco; quizás, entre las denominadas de Paso Ancho, La Turbia o El Granadillo -cerca de la laguna redonda de Guatavita o por sus alrededores- y, sobre las ricas tierras de los humedales de Agua Blanca, se llegaba a la aldea de -un establecimiento indígena de la etnia Muiscas o Chibcha- cuyo jeque, zipá o cacique era conocido con el nombre de Menquetá. Laguna Guatavita, al fondo, tajón que hicieron los humanos para vaciarla.
Era éste un hombre de mediana estatura, algo rellenito de carnes, pero fornido y de buen semblante; con una incipiente sonrisa característica de su gran personalidad y bonachona humanidad, que parecía resplandecer por todos los contornos de su territorio, como invitando a sus vecinos limítrofes a visitarle; de tez morena aceitunada, quizás debida a la herencia genética de sus antepasados o tal vez, por la influencia ejercida por el sol, favoreciendo la pigmentación de su piel: constantemente expuesta a los rayos solares, que perpendicularmente le alcanzaban, casi en todos los momentos del día; su pelo negro como la endrina, recalcaba los rasgos aceitunados de su rostro. A pesar de su edad, que rondaba los sesenta años, su particular reseña, era: la de estar siempre sonriente. Estaba muy orgulloso de ser un típico representante fisiológico de su etnia, de tratarse por igual con todos los seres humanos y especialmente ser el cacique con más poder e influencias sobre todos los chibchas. Tenía la barba negra, muy poblada y bien cuidada; crecida desde los comienzos de su pubertad y nunca se la había cortado; le llegaba hasta más abajo del ombligo, tomando una tonalidad más clara por debajo de las mejillas, donde se le podían apreciar con bastante nitidez en algunas de las hebras canosas y perceptibles que la destonalizaban; si con intencionalidad se los miraba. Los cabellos de la cabeza los llevaba trenzados y le caían por las espaldas, como si fuesen las dos maromas de una barcaza de medianas proporciones, atracada en el centro de algún río tropical y cuyas puntas permanecieran amarradas a los troncos de robustos árboles ribereños. Iba siempre enfundado en una almalafa de color ocre, atada a su cintura con un cordón de cuero que cubría desde los hombros hasta los pies, los cuales, llevaba siempre descalzos y encallecidos por las durezas del terreno que pisaba; pero donde siempre dejaba huellas invisibles de su profunda humanidad. Su aldea estaba en uno de los mejores enclaves del entorno, emplazada en una de las laderas del monte denominado Montesillo y, en todo el territorio cundinamarquense gozaba de gran prestigio entre los nativos de las demás poblaciones.
Situada a mitad de camino entre otras aldeas colindantes, hacia el noroeste se encontraba la laguna de Guatavita, de donde tomaba su nombre y lugar donde giraban todos los acontecimientos sociales, religiosos; también era una de las despensas de su pueblo, pues de ella obtenían sus aldeanos más de la mitad de sus alimentos.
Los terrenos ocupados hoy por el Embalse del Tominé, cercano a la laguna: eran el centro neurálgico de todos los chibchas del zipazgo, donde acampaban durante las celebraciones al estar colindantes a la laguna, donde tenían lugar todos los acontecimientos sociales y religiosos, al ser sobre estas aguas, donde se honraba a la diosa Chié en múltiples ocasiones y celebraciones religiosas. Al construirse el Embalse del Tominé, no hace más allá de medio siglo, todas las antiguas edificaciones quedaron bajo las aguas y con ellas muchos de los vestigios de sus antiguos moradores; ubicándose un nuevo pueblo con el mismo nombre: cercano al embalse en su parte oriental media y colindante con los municipios actuales de Sesquilé y Machetá al norte, al sur con los de Guasca y Sopó, al este con Gachetá y Junín y al oeste con Tocancipá y Gachancipá, quedando el embalse del Tominé, como eje intermedio de todas estas poblaciones.
La antigua población de Guatavita ocupaba toda la parte central de los territorios de esta etnia y la influencia, que ejercía el cacique de Guatavita, era muy preponderante y autoritaria sobre las demás aldeas vecinas, habiéndose consentido entre muchos de los caciques de los alrededores, una especie de confederación que los subordinaba en muchos aspectos de la vida real y al cacicazgo