Qué significado tiene la siguiente frase el hombre puede mejorar su condición si constituye la fe por la razón como guía
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Uno de los tópicos kantianos característicos es que la razón discurre necesariamente hacia niveles superiores de abstracción, apartándose del fenómeno empírico, y termina por construir conceptos que pierden toda vinculación con la experiencia. Tal desvinculación, en principio, no significa necesariamente un desvío de su recta función, porque así alcanza las reglas del pensar en general, por ejemplo, las de la lógica y otras máximas útiles al pensar abstracto. Sin embargo, como este desvío puede significar también que la razón se salga de su cauce, es necesario un principio regulativo que dirija a la razón, particularmente en su función especulativa, pero también en la práctica, en la búsqueda, inevitable, de algo último donde pueda reposar. Eso es lo que Kant intenta resolver en un opúsculo titulado, precisamente ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? (2), si bien el principio motivante de esta obra es circunstancialmente otro. Pues bien, solo la pura razón humana, según Kant, puede servir legítimamente de principio orientador _aunque para ello sea necesario que su dimensión especulativa se ocupe solo de una labor de limpieza y mantenimiento_, y nunca debe servir de principio orientador "un supuesto y misterioso sentido de la verdad, una intuición delirante con el nombre de fe, en la que se pueda injertar la tradición o la revelación sin consentimiento de la razón" (3).
La razón especulativa exige poner como fundamento de toda posibilidad la existencia de un ser realísimo, para así poder establecer que lo meramente posible es real y efectivo, y tal es el sentido de la prueba cartesiana de la existencia de Dios. Sin embargo, se trata de una exigencia subjetiva de la razón, a la que no puede otorgársele valor objetivo, porque eso significaría confundir exigencia con evidencia. Ahora bien, la exigencia de la razón se puede considerar en su uso especulativo o en su uso práctico. En el primer caso, la afirmación de la existencia de Dios es condicionada, esto es, debe ser afirmada solo si se quiere juzgar sobre las primeras causas. En el segundo caso, en cambio, la razón práctica tiene que juzgar, se trata de una necesidad apodíctica, de modo que aquí la exigencia es incondicionada, si bien sigue siendo una necesidad subjetiva (4). Ahora bien, la afirmación de este ser supremo no tiene como sentido el hacer derivar de allí el carácter obligatorio de las leyes morales, o el convertirlo en principio motivante de la voluntad en orden al actuar moral, sino que el sentido de esta afirmación estriba en evitar que la moralidad se constituya en un mero ideal. La idea de Dios, así como también la idea de la inmortalidad del alma, no es, pues, condición de la ley moral, sino que es condición de una voluntad determinada por esa ley, es condición del mismo uso práctico de la razón pura. Su anterioridad pone en evidencia que el factum de la moralidad remite a otro factum que la posibilita, solo que como se trata de un "factum remitido" tiene el carácter de un postulado. Kant propone que el nombre adecuado para el fundamento subjetivo de este juicio que afirma desde la razón práctica la existencia del ens realissimum es "fe racional" (5), entendiendo por tal la que no se funda en otros datos que los que están contenidos en la razón pura. Es necesario aclarar, entonces, por qué se habla de "fe" si el juicio que afirma la existencia de Dios se funda totalmente en la razón.
A este respecto Kant distingue entre fe, opinión y saber. Fe es un asentimiento subjetivamente suficiente, pero con conciencia de ser objetivamente insuficiente. El saber, en cambio, es un asentimiento subjetivo y objetivamente suficiente; y la opinión, por su parte, es asentir a algo por fundamentos objetivos, aunque con conciencia de ser insuficientes. De modo que el límite entre el saber y el opinar es móvil, vale decir, en virtud de un aumento del conocimiento es posible que la opinión se transforme en saber.