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LA PIZARRA MAGICA
Iba una vez un niño caminando por un bosquecillo, cuando sobre un viejo arbol encontró una gran pizarra, con una caja de tizas de cuyas puntas salían brillantes chispas. El niño tomó una de las tizas y comenzó a dibujar: primero un árbol, luego un conejo, luego una flor...
Mágicamente, en cuanto terminaba cada figura, ésta cobraba vida saliendo de la pizarra, así que en un momento aquel lugar se conviertió en un estupendo bosque verde, lleno de animales que jugaban divertidos. Emocionado, el niño dibujó también a sus padres y hermanos disfrutando de un día de picnic, con sus bocadillos y chuletas, y dibujó también los papeles de plata y las latas de sardinas abandonadas en el suelo, como solían hacer.
Pero cuando los desperdicios cobraron vida, sucedió algo terrible: alrededor de cada papel y cada lata, el bosque iba enfermando y volviéndose de color gris, y el color gris comenzó a extenderse rápidamente a todo: al césped, a las flores, a los animales... El niño se dió cuenta de que todo aquello lo provocaban los desperdicios, así que corrió por el bosque con el borrador en la mano para borrarlos allá donde habían caido. Tuvo suerte, y como fue rápido y no dejó ni un sólo desperdicio, el bosque y sus animales pudieron recuperarse y jugaron juntos y divertidos el resto del día.
El niño no volvió a ver nunca más aquella pizarra, pero ahora, cada vez que va al campo con su familia, se acuerda de su aventura y es el primero en recoger todos los desperdicios, y en recordar a todos que cualquier cosa que dejen abandonada supondrá un gran daño para todos los animales
Pedro Pablo SacristánDESARROLLO SOSTENIBLE
EL CUENTO DEL CARBON
rase una vez un país con gran potencial en energías renovables en el que el Gobierno aprobó un Real Decreto para ’subvencionar’ la producción de energía mediante la quema de carbón.
Los empresarios del sector minero tenían excedentes de carbón -extraído mediante ayudas estatales- que no era competitivo en el mercado y pedían al Gobierno nuevas ayudas para venderlo a cambio de pagar los salarios que les debían a sus mineros. Subvencionar dos veces la misma cosa no parece la mejor manera de solucionar un problema, pero el ministro de Industria, Miguel Sebastián, no pensaba lo mismo. Así que apostó por poner un parche más al sistema alegando la necesidad de ‘prestar ayuda a los mineros’.
Las instituciones europeas pidieron explicaciones al Gobierno y el Ministro emprendió camino a Bruselas, con el Real Decreto bajo el brazo y un nuevo argumento para justificarlo: el Real Decreto era para garantizar el suministro eléctrico ante previsibles problemas. Lo de “una ayuda al minero” no encajaba para nada con el régimen europeo de ayudas a la industria del carbón, que sólo admite la reconversión, así que la única manera de conseguir el beneplácito europeo era centrarse en la “seguridad del suministro”.Pero a la Comisión Europea no le cuadraban las cosas ¿podía tener problemas de suministro un país cuyas previsiones energéticas a 2020 sólo recogían aumentos en la exportación de electricidad?
Tras darle muchas vueltas y seguir sin verlo claro, la Comisión decidió aprobar el Real Decreto con algunas condiciones. Así, el ministro volvió a casa feliz y anunció a los cuatro vientos que el Real Decreto del carbón ya era plenamente aplicable.
Pero se le olvidaba otro detallito: las compañías eléctricas que producían electricidad con medios diferentes al carbón nacional se sentían injustamente desplazadas del mix energético por el Real Decreto. Así fue como algunas compañías impugnaron el Real Decreto ante el Tribunal Supremo y ante el Tribunal Superior de Justicia de la UE y solicitaron la suspensión de su aplicación. Y así fue como un grupo de organizaciones ecologistas decidieron intervenir en estos procesos judiciales ya que estas compañías, pese a auto-denominarse “verdes”, no habían puesto en conocimiento del Tribunal sus impactos ambientales.
Sin poder aplicar el Real Decreto, al Gobierno volvían a lloverle las críticas del sector minero, así que decidió negociar con las compañías eléctricas para que retiraran la petición de suspensión a cambio de aprobar por orden ministerial las compensaciones que la UE le había obligado a quitar del Real Decreto. Mientras la Comisión Europea no se enterara todo iría bien…
Todo, menos que el Real Decreto sigue siendo ilegal y, además de implicar importantes gastos en si mismo, ahora también conlleva estas compensaciones externas. Daños colaterales insignificantes para el ministro de Industria que contento de que su castillo de naipes energético se mantenga en pié, se mira al espejo y se felicita. Al fin y al cabo, lo que pase con el medio ambiente o la economía del país no es problema suyo!
Y no digo colorín colorado, porque, tristemente, este cuento todavía no ha acabado…