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En ocasiones, el uso de un lenguaje figurado da lugar a situaciones de cambio semántico, es decir, que el nuevo significado se sume al anterior (pasando así a ser una palabra polisémica) o lo desplace. Ocurre esto con: cuello de una botella, copa de un árbol, pie de una montaña, cardenal (como sinónimo de hematoma), pata de la mesa, araña (como un tipo de lámpara), lecho de un río, etc.
El lenguaje figurado en la literatura toma forma de recursos estilísticos como son la metáfora o la personificación. A continuación se ponen ejemplos de cada uno con su significado.
La metáfora es uno de los recursos más útiles que la lengua posee para la creación, extensión y cambio de significado de las palabras.
Constituye una herramienta tan cotidiana que la utilizamos inconsciente y automáticamente, con tan escaso esfuerzo que apenas nos percatamos de ello.
En la metáfora se establece una relación de semejanza entre dos términos y alguna característica o cualidad que existe entre ambas, es una comparación abreviada, es como cuando hablamos en doble sentido. Por tanto, con ella hacemos una referencia poética a esa característica que queremos resaltar y decimos lo mismo pero de forma más bella
El lenguaje figurado no es muy empleado en ámbitos formales, pero sí en el habla coloquial debido a la presencia de frases hechas, exageraciones y otras expresiones.
Por ejemplo, en la oración El tiempo es oro al identificar tiempo con oro mediante una oración atributiva, se aplica a tiempo la cualidad más sobresaliente de oro, el valor. Por lo tanto esta expresión quiere decir que El tiempo es muy valioso.
En No tengo un duro se lleva a cabo una exageración, pues lo que se quiere decir es Tengo poco dinero.
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