Respuestas
Respuesta:a celebración del bicentenario de la independencia ha permitido visibilizar experiencias muy importantes de la sociedad colonial y sus impactos en las relaciones de América con la metrópoli. Uno de los hechos más destacados fue la expulsión de la Compañía de Jesús bajo el reinado de Carlos III; y en esa decisión tuvo incidencia la solidez económica y la autonomía política que tenían las comunidades de nativos guaraníes ubicadas en lo que hoy se conoce como la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay.
Un total de 4.500 nativos estaban concentrados en 15 pueblos en Argentina, 8 en Paraguay y 7 en Brasil, y en ellas el indígena paso a ser dependiente y a mezclarse con otras etnias, debían cargar pesadas piedras para construir los templos y la esperanza de vida solo llegaba a 30 años.
A diferencia de instituciones como la mita, yanaconazgo, encomienda, tradicionales en la colonia española, se desarrollaron organizaciones sociales dirigidas por órdenes religiosas, conocidas también con el nombre de reducciones.
Las Misiones Guaraníes de la Compañía de Jesús, catalogadas como construcciones sociales novedosas, integraban valores europeos con tradiciones indígenas que consideraban adecuadas. Los jesuitas buscaban conservar la cultura indígena, aprender su lengua y recurrían al arte para evangelizar y para el desarrollo económico construyeron talleres de herrería, fraguas, tejían sus propios vestuarios y construyeron escuelas de música.
Esos centros buscaban proteger a los indígenas de la explotación colonial portuguesa, y se volvieron unidades productivas que permitían a los aborígenes superar la pobreza y conseguir independencia económica pero implicaba un cambio drástico, pues debían renunciar a la libertad, aprender a convivir con otras tribus y cambiar de terreno.
Como sostuvo el canciller e historiador colombiano Indalecio Líevano Aguirre, los jesuitas en Paraguay aprovecharon la tendencia natural de los indígenas al comunismo para construir una vida comunitaria dentro de la reducción basada en un sistema social solidario y una economía basada en la comunidad de bienes y de producción.
El modelo incluía el cultivo común en una parte de los territorios de cada misión con productos destinados a satisfacer las necesidades colectivas, y la venta de los excedentes en las áreas externas de la misión para adquirir los demás elementos (telas, vestidos, sombreros, semillas, herramientas de labranza y de construcción). Para este fin, las tierras fueron divididas en dos grandes porciones: El Campo de Dios y el Campo del hombre. La primera era más extensa, se trabajaba comunalmente y sus frutos se guardaban graneros comunales para fines de beneficio colectivo. La otra era más pequeña y a su vez se dividía en lotes que poseían individualmente los miembros de la comunidad, sin derecho a vender sus productos o negociarlos.
Los principales elementos de labranza (los arados y las yuntas de bueyes) eran propiedad pública y estaban concentrados en granjas especiales, a las que debían solicitarse en tiempos de siembra. Toda la tierra estaba sujeta a rotaciones periódicas que le permitieran descansar para hacer mejor uso de la misma y cada persona trabajaba para la comunidad cultivando en determinados días del año, incluyendo el alcalde.
Con el tiempo se hizo más eficiente la división del trabajo, ante la necesidad de aumentar la productividad laboral de los indígenas y destinar, en forma permanente, vastas áreas para la producción de frutos exportables. De la venta en el extranjero de estos se adquirían los elementos para la construcción de instalaciones industriales y agrícolas.
Los jesuitas querían que los indios aprendieran artes mecánicas y lograran manipular los artefactos de la pequeña industria. Así, se establecieron en las reducciones escuelas y talleres donde los indios aprendían a manejar tornos, sierras, fraguas, telares y se hacían expertos en carpintería, escultura, fundición y sastrería.
El arte empezó a expandirse a todos los ámbitos de la misión y los guaraníes construían edificios, pintaban escenas religiosas, cantaba en misa, tallaban santos, modelaban cerámica, danzaban, realizaban obras de teatro y ritos de comunión. Del cruce artístico entre el barroco, estilo estético europeo traído por los jesuitas, y la cultura guaraní, nació el barroco-guaraní como estilo trabajado fundamentalmente en piedra y madera.
En 1768, los jesuitas fueron expulsados de América, pues eran vistos como una amenaza para los intereses de la economía colonial pues por su elevada productividad las misiones desplazaron en los mercados españoles a los productos similares, y el capital se desplazaba de la ineficiente economía colonial (fundada en la encomienda, la mita y el latifundio improductivo) hacia la economía misionera.
Explicación:
LAS ORDENES RELIGIOSAS EN EL PARAGUAY.
Cuatro órdenes religiosas tenían asiento en el Paraguay colonial: franciscanos, mercedarios, dominicos y jesuitas.
En la expedición de D. Pedro la Plata en 1536, habían viajado dos mercenarios, Fray Juan de Salazar y Fray Juan de Almancia o Almazán y cuatro frailes jerónimos orden esta última que no llegó a fundar convento en el Paraguay. Los primeros franciscanos fueron Fray Bernaldo de Armenta y Fray Alonso Lebrón, venidos en 1338 en la carabela “Marañona”, de la cual desembarcaron en la costa del Brasil, y que en 1541 pasaron por tierra a Asunción, con el adelantado Cabeza de Vaca. Tomaron ambos parte activa de las controversias de esa agitada época.
El primer Obispo que gobernó la diócesis paraguaya, Fray Pedro Fernández de la Torre, franciscano, que llegó a su sede por abril de 1556, trajo consigo a varios religiosos do San Francisco y de la Merced, los cuales de inmediato tomaron a su cargo la tarea de convertir a los indios a la fe cristiana.
El establecimiento de los dominicos y jesuitas en el Patagua fue bastante posterior y se produjo a comienzos del siglo XVII.
Estas órdenes, sumadas al clero secular, contribuyeron grandemente al desarrollo de la vida religiosa y cultural. Sostuvieron iglesias, escuelas y reducciones, para la difusión de su fe y de las nociones elementales del saber de su tiempo. Sus religiosos se incorporaron a la vida paraguaya y en todas ellas fue grande la proporción de profesos criollos y mestizos, que alcanzaron las más altas jerarquías en las respectivas organizaciones locales.
Las dos figuras de mayor relieve de la difusión del cristianismo entre los indios del Paraguay fueron el andaluz Fray Luís Bolaños (1550-1629), franciscano, y el P. Roque González de Santa Cruz, jesuita- paraguayo, martirizado por los indios de Caaró en 1628.
LOS FRANCISCA
Los franciscanos fueron de los que más gran influencia ejercieron en la vida política y cultural. Además del primer Obispo, otros religiosos de esta orden que se distinguieron en la función episcopal fueron Fray Martín Ignacio de Loyola (1603- 1608), por su consagración total a las tareas de su ministerio, y Fray Bernardino de Cárdenas, que en l649 fue aclamado Gobernador en Cabildo Abierto, acaudi1ló al pueblo en su insurgencia y es uno de los más ilustre precursores de la Revolución Comunera. Ya en el transcurso de ésta, los franciscanos se sumaron en su mayor parte, a la lucha de los paraguayos y uno de ellos, Fray Juan de Arregui, Obispo electo de Buenos Aires, defendió desde, el púlpito la justicia de su causa y asumió la jefatura superior de los comuneros sobre el campo de batalla de Guayaivity (1733).
Entre 1os primeros paraguayos que vistieron el hábito franciscano, se contó Fray Gabriel de la Anunciación, hermano del historiador Ruy Díaz de Guzmán en 1598, que había profesado en 1590 y entró a los bosques a predicar a los indios; y alcanzó más tarde la investidura de Guardián del Convento de Buenos Aires. Contemporáneo suyo y dedicado a similar tarea era el guaireño Fray Juan Bernardo, martirizado por los infieles.