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La Iglesia católica, como parte crucial en la construcción del Estado Mexicano, jugó un papel decisivo durante la guerra de Independencia de México, asumiendo un factor determinante para el Estado. La iglesia como institución en formación y fortalecida por la posesión de riquezas materializadas expresadas en tierras, cofradías, hospitales, escuelas, y todavía de forma más determinante, el afecto e identificación de los individuos a través del credo, le permitía su injerencia en la forma de organización y acción del poder político. Sus acciones estaban regidas por el principio de protección y de mantenimiento de privilegios para el medio y alto cleros, ejercicio que les demandaba tomar postura ante las pretensiones de quienes conformaban el aparato político-gubernamental, entendido como momento crucial para el establecimiento del Estado Mexicano y su permanencia en la política. Esta reproducción y socialización de ideas parten de un esfuerzo por el establecimiento de identidad y apego reacio entre la institución religiosa y los individuos; el objeto de la iglesia con un fin espiritual es bien cuidado, por ello es que no pasa desapercibido el propósito de establecerse en lo más profundo de las entrañas de una nación emergente, a través de la religión. Desde el punto de vista de la historia, la iglesia fungió como vínculo entre el poder del Estado y los ciudadanos. Sin embargo, en el período de independencia, el liberalismo y la mala situación del país convirtieron a la iglesia en una institución como punto referente de controversia porque era tal su influencia que llegaba al grado de provocar pérdida de identidad en los individuos. El propósito de este trabajo es plantear el papel que jugó la Iglesia católica en la consolidación del Estado mexicano durante el periodo, evidenciando de forma puntual algunos aspectos coyunturales identificados, razón por la cual se han de abordar las pugnas entre la Iglesia católica y el Estado Mexicano, sus efectos y por ende, la trascendencia de su convergencia.