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Si miramos hacia el otro lado, el de la ciencia –que alberga grandes esperanzas en los alimentos transgénicos–, nos encontraremos que la demostración de sus riesgos reales aún no ha llegado:
Los transgénicos son productos que están sometidos a constantes controles y análisis por procesos muy rigurosos y exhaustivos, incluso superiores al que siguen los alimentos tradicionales. “Las exigencias de seguridad alimentaria que se imponen a cualquier alimento transgénico, antes de su aprobación, son incluso mayores que las impuestas a los convencionales”, explica César Nombela, ex presidente del CSIC y Catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense.
Los expertos consultados en la materia coinciden en que no existe ninguna razón para pensar que los transgénicos son alimentos perjudiciales para la salud. El catedrático de biología molecular de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid, Francisco García Olmedo, es tajante: “la polémica sobre la seguridad de los transgénicos parte de la ficción. Hoy se producen 40 millones de hectáreas de alimentos genéticamente modificados y no hay ninguna acusación concreta que se tenga en pie.” Otros expertos en biotecnología también opinan que no ofrecen peligro alguno ya que los vegetales modificados parten de otros vegetales “normales” y que no presentan riesgos, por lo que el consumo de los nuevos sigue siendo totalmente inocuo.
Respecto a la divulgación de algunos experimentos aislados con resultados negativos para la salud, “la comunidad científica los ha juzgado como no ortodoxos, a pesar de haber sido publicados en revistas científicas reconocidas. ¿La razón? Que tenían defectos de metodología, según confirmaron otros colegas de prestigio” explica Cristina Pascual del Servicio de Alergología del Hospital Infanta Sofía en Madrid.
Los datos del departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) dan como cifra fidedigna que en el año 2000 había mas de un billón de plantas transgénicas en su suelo, sin que se hubieran objetivado alteraciones que comprometiesen el medio ambiente o la salud de sus habitantes.
Sobre su supuesta alergenicidad, en Estados Unidos se publicó el documento guía de la Comisión del Codex Alimentarius, en el queda establecido la obligatoriedad de probar si existe IgE (la inmunoglobulina ligada a la alergia) en cada uno de los nuevos productos. Así como la exigencia de buscar en bancos de datos de proteínas por si las nuevas proteínas son semejantes a algún alérgeno ya conocido. Existen pues organismos públicos y privados en ambos lados del Atlántico que ejercen este tipo de vigilancia sobre los alimentos modificados, encargados de valorar el riesgo potencial para la salud antes de ser autorizados en el mercado.
Los transgénicos son productos que están sometidos a constantes controles y análisis por procesos muy rigurosos y exhaustivos, incluso superiores al que siguen los alimentos tradicionales. “Las exigencias de seguridad alimentaria que se imponen a cualquier alimento transgénico, antes de su aprobación, son incluso mayores que las impuestas a los convencionales”, explica César Nombela, ex presidente del CSIC y Catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense.
Los expertos consultados en la materia coinciden en que no existe ninguna razón para pensar que los transgénicos son alimentos perjudiciales para la salud. El catedrático de biología molecular de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid, Francisco García Olmedo, es tajante: “la polémica sobre la seguridad de los transgénicos parte de la ficción. Hoy se producen 40 millones de hectáreas de alimentos genéticamente modificados y no hay ninguna acusación concreta que se tenga en pie.” Otros expertos en biotecnología también opinan que no ofrecen peligro alguno ya que los vegetales modificados parten de otros vegetales “normales” y que no presentan riesgos, por lo que el consumo de los nuevos sigue siendo totalmente inocuo.
Respecto a la divulgación de algunos experimentos aislados con resultados negativos para la salud, “la comunidad científica los ha juzgado como no ortodoxos, a pesar de haber sido publicados en revistas científicas reconocidas. ¿La razón? Que tenían defectos de metodología, según confirmaron otros colegas de prestigio” explica Cristina Pascual del Servicio de Alergología del Hospital Infanta Sofía en Madrid.
Los datos del departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) dan como cifra fidedigna que en el año 2000 había mas de un billón de plantas transgénicas en su suelo, sin que se hubieran objetivado alteraciones que comprometiesen el medio ambiente o la salud de sus habitantes.
Sobre su supuesta alergenicidad, en Estados Unidos se publicó el documento guía de la Comisión del Codex Alimentarius, en el queda establecido la obligatoriedad de probar si existe IgE (la inmunoglobulina ligada a la alergia) en cada uno de los nuevos productos. Así como la exigencia de buscar en bancos de datos de proteínas por si las nuevas proteínas son semejantes a algún alérgeno ya conocido. Existen pues organismos públicos y privados en ambos lados del Atlántico que ejercen este tipo de vigilancia sobre los alimentos modificados, encargados de valorar el riesgo potencial para la salud antes de ser autorizados en el mercado.
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16
-Que son más resistentes antes plagas o sequías.
-Son más nutritivos.
-Son más nutritivos.
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