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La comunicación entre España y América estuvo lejos de ser irracional e improvisada. Más bien, puede decirse que fue a la vez, éxito y fracaso; retraso y rapidez; formalidad e informalidad, entre otras antinomias. Los conceptos “desorganización”, “lentitud” e “ineficiencia” deberían pensarse de manera flexible y reflexionando sobre las expectativas de los sectores involucrados.
La necesidad de intercambiar correspondencia con las Indias significó un gran desafío para Europa. La enorme distancia que existía entre los núcleos productores de información, la complejidad del tránsito intercontinental, entre otras circunstancias, hicieron de la comunicación en América una experiencia única dentro del mundo moderno. Con las concesiones de correos no se buscaba una cobertura absoluta, sino el fortalecimiento de grandes vectores comunicativos. Desde allí fue posible cubrir distancias amplias y llevar correos a escalas desmesuradas. Su fortaleza, y a lo mejor el éxito para que tales concesiones permanecieran vigentes casi tres siglos fue su ductilidad y capacidad para coexistir con mecanismos extraoficiales de circulación de información. Una perspectiva como la que se ha presentado, sin duda, podrá hacerse más completa al indagar de manera más profunda sobre el circuito “oriental”, aquel que permitió a las Indias servir de puente para la comunicación no solo con Filipinas, sino con Japón y la poderosa China