Porque la mayoría de las afectadas por este plan de salud fueron mujeres indígenas

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Respuesta dada por: edithnorma67
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Respuesta:

Las mujeres tenemos mayores gastos de salud que los hombres

Las mujeres consumimos más servicios de salud que los varones. Sin embargo, esto no constituye necesariamente un privilegio. Tiene que ver con diferentes tipos de necesidades de atención, diferencias con respecto al reconocimiento de los síntomas, percepción de

la enfermedad y conducta de búsqueda de atención (el ejercicio del rol de “cuidadoras” de la salud hacen que aprendamos a detectar síntomas de enfermedad y sepamos manejarnos mejor que los varones en relación con los procesos formales o informales de cuidado de la salud).

Las mujeres tenemos una necesidad mayor de hacer uso de servicios de salud dado que las funciones reproductivas generan un conjunto de necesidades particulares de atención (desde anticoncepción hasta embarazo, pasando por parto y puerperio y llegando a la menopausia). Además, en comparación con los varones tenemos tasas más altas de morbilidad y discapacidad a lo largo de la vida y, dado que también nuestra expectativa de vida es más alta, tenemos mayores probabilidades de sufrir enfermedades crónicas asociadas con la edad.

Como puede verse con claridad, la salud no es un asunto privado sino público, es un aspecto central para el desarrollo de un país. El estado de salud de la población de un país o una región no depende exclusivamente del modelo de prevención y atención de enfermedades o de las oportunidades de acceso a los servicios médicos. Existen otros factores que poseen una gran incidencia sobre el estado de salud de la población como la condición de género, el acceso a la educación, las oportunidades de empleo decente y la distribución del ingreso. Por nuestro mayor nivel de necesidad, como grupo social, consumimos más servicios y debemos pagar más que los hombres para mantener nuestra salud. Esta desigualdad se profundiza al considerar la menor capacidad económica que, también como grupo, tenemos frente a los varones.

La economía influye directamente en la calidad de los cuidados de salud. A pesar de que en las últimas décadas se ha avanzado a nivel mundial en materia de educación de las niñas, aún persiste una gran diferencia entre ambos sexos por lo que respecta a la educación superior, el acceso al empleo y la igualdad de paga. A nivel mundial las mujeres estamos menos protegidas en los lugares de trabajo y gozamos de menos beneficios que los varones. Además, en mayor medida que ellos, las condiciones de trabajo son más precarizadas y ponen en riesgo nuestra salud y seguridad. Por causa de estas desigualdades (por ser más pobres, sufrir el desempleo en mayor medida, acceder sólo a trabajos de medio tiempo o en el sector informal) no tenemos el mismo nivel de acceso a prestaciones sanitarias. Es por ello que eliminar la brecha salarial es un factor clave para poder mejorar la salud de todas las mujeres del mundo.

En la región de las Américas la participación de las mujeres en el mercado laboral es de 53% en las zonas urbanas, frente a un 77% en el caso de los varones. Además, el 79% de las mujeres con empleo trabajan en los sectores de baja productividad o informales, donde el  acceso a la protección social es bajo o inexistente.Sumado a eso, las mujeres realizamos entre el 71% y el 86% del total del trabajo no remunerado, lo cual limita nuestras oportunidades de formar parte del sector formal de la economía y de tener mejores sueldos, con prestaciones como la jubilación y el seguro de salud. El número de mujeres empleadas es menor al de los varones, pero trabajamos más horas y recibimos menor paga.

No deja de resultar paradójico, sin embargo, que los mismos sistemas de salud que con frecuencia desatienden nuestras necesidades, en gran medida se sostienen gracias a que las mujeres cumplimos la función de cuidadoras principales de nuestras familias (sin recibir apoyo, reconocimiento ni remuneración) y como prestadoras de asistencia sanitaria tanto en el sector informal como en el formal. Y si bien constituímos  la columna vertebral del sistema sanitario, pocas veces ocupamos puestos de decisión: de las ocho personas que han ejercido el cargo de dirección de la Organización Mundial de la Salud, sólo dos han sido mujeres (Gro Harlem Brundtland de 1998 a 2003 y la actual directora general, Margaret Chan). A nivel regional el panorama se replica: sólo las últimas dos directoras de la Organización panamericana de la Salud son mujeres (Mirta Roses Periago y la actual directora Carissa F. Etienne).

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