• Asignatura: Historia
  • Autor: lolo44545
  • hace 4 años

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El escritor Daniel Defoe (1660-1731). Defoe, conocido como el autor de

Robinson Crusoe y Moll Flanders, apenas tenía cinco años cuando la peste

invadió Londres, pero creció con el recuerdo de esos días y conoció a muchos sobrevivientes.

Consagrado ya como escritor, al desatarse otra epidemia en Marsella se puso a trabajar en su Diario

del Año de la Peste, una suerte de crónica novelada. Se basó en un meticuloso acopio de testimonios

personales, documentos oficiales, relatos de sobrevivientes y las escasas estadísticas. Puesto que el

narrador se presenta como un testigo de los hechos, podríamos califcarla tanto de “novela” como

de periodismo de investigación: algo a mitad de camino entre la crónica y la historia. Con cierta

ironía, Defoe comenzaba disculpándose porque “en aquella época no teníamos diarios impresos

que difundieran los rumores y las noticias, y que las embellecieran por obra de la imaginación de los

hombres, como luego he visto que se hacía.” Para quienes vivimos casi cuatrocientos años después

y estamos acostumbrados a quejarnos cuando los medios embellecen o afean las noticias, la crónica

de Defoe tiene todo lo que requiere una buena narración. Hasta podríamos califcarla de amena, si

no fuera por los hechos terribles que relata y por la presunción de que sean estrictamente reales.

Pasaron varios siglos y sufrimos otras epidemias, hasta que llegamos a convertir al mundo en una

suerte de aldea global. Viajamos como nunca antes lo habíamos hecho y junto a nosotros también

viajaron los nuevos y viejos gérmenes. La peste, que odia a las ciudades, se sirvió de nosotros para

propagarse por el mundo y nos metió en una pandemia de la cual muy pocos quedan excluidos. A

pesar de la medicina moderna no encontramos mejor prevención que el aislamiento, como en

tiempos de Defoe. Es muy posible que los lectores de la presente generación carguen para toda la

vida con el estigma de ese aislamiento, tan angustioso como innatural. Releer hoy a Defoe nos

mueve esa sensibilidad que el optimismo progresista había adormecido. Justo cuando

empezábamos a soñar con ser inmortales, el coronavirus vino a recordarnos nuestra insoslayable

corporalidad. Eso hace que Defoe nos resulte familiar; nos recuerda que en esas situaciones-límite

aflora lo peor de la naturaleza humana, apenas matizada con algún destello de lo mejor. En el Diario

de Defoe hay rumores en lugar de redes sociales y la gente se rocía con vinagre en lugar de alcohol,

pero brotan el egoísmo, la crueldad, la incompetencia, el pánico, la magia y la desesperación; pero

tampoco faltan los sacrificios desinteresados. Un libro de hace cuatrocientos años, tan inquietante como entonces.

Respuestas

Respuesta dada por: marianasrouse04
0

Respuesta:

no entiendooo

Explicación:

pero yo tambien lo ocupo ayudaaa

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