Escriba su propuesta de lectura del texto.
El escritor Daniel Defoe (1660-1731). Defoe, conocido como el autor de
Robinson Crusoe y Moll Flanders, apenas tenía cinco años cuando la peste
invadió Londres, pero creció con el recuerdo de esos días y conoció a muchos sobrevivientes.
Consagrado ya como escritor, al desatarse otra epidemia en Marsella se puso a trabajar en su Diario
del Año de la Peste, una suerte de crónica novelada. Se basó en un meticuloso acopio de testimonios
personales, documentos oficiales, relatos de sobrevivientes y las escasas estadísticas. Puesto que el
narrador se presenta como un testigo de los hechos, podríamos califcarla tanto de “novela” como
de periodismo de investigación: algo a mitad de camino entre la crónica y la historia. Con cierta
ironía, Defoe comenzaba disculpándose porque “en aquella época no teníamos diarios impresos
que difundieran los rumores y las noticias, y que las embellecieran por obra de la imaginación de los
hombres, como luego he visto que se hacía.” Para quienes vivimos casi cuatrocientos años después
y estamos acostumbrados a quejarnos cuando los medios embellecen o afean las noticias, la crónica
de Defoe tiene todo lo que requiere una buena narración. Hasta podríamos califcarla de amena, si
no fuera por los hechos terribles que relata y por la presunción de que sean estrictamente reales.
Pasaron varios siglos y sufrimos otras epidemias, hasta que llegamos a convertir al mundo en una
suerte de aldea global. Viajamos como nunca antes lo habíamos hecho y junto a nosotros también
viajaron los nuevos y viejos gérmenes. La peste, que odia a las ciudades, se sirvió de nosotros para
propagarse por el mundo y nos metió en una pandemia de la cual muy pocos quedan excluidos. A
pesar de la medicina moderna no encontramos mejor prevención que el aislamiento, como en
tiempos de Defoe. Es muy posible que los lectores de la presente generación carguen para toda la
vida con el estigma de ese aislamiento, tan angustioso como innatural. Releer hoy a Defoe nos
mueve esa sensibilidad que el optimismo progresista había adormecido. Justo cuando
empezábamos a soñar con ser inmortales, el coronavirus vino a recordarnos nuestra insoslayable
corporalidad. Eso hace que Defoe nos resulte familiar; nos recuerda que en esas situaciones-límite
aflora lo peor de la naturaleza humana, apenas matizada con algún destello de lo mejor. En el Diario
de Defoe hay rumores en lugar de redes sociales y la gente se rocía con vinagre en lugar de alcohol,
pero brotan el egoísmo, la crueldad, la incompetencia, el pánico, la magia y la desesperación; pero
tampoco faltan los sacrificios desinteresados. Un libro de hace cuatrocientos años, tan inquietante como entonces.
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no entiendooo
Explicación:
pero yo tambien lo ocupo ayudaaa
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