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inicio: En la selva reinaba un fiero león. El león se sentía muy solo y quiso celebrar un banquete con todos los animales.
- Que vengan mis súbditos. Comeremos juntos -ordenó.
Por fin llegó el gran día. Los animales sentían una enorme curiosidad por conocer la casa del rey. Al entrar en la cueva donde vivía el león, el tigre fue el primero en mostrar su desilusión:
- ¡Qué mal huele aquí! -exclamó-. Pensé que la residencia de un rey sería otra cosa.Entonces, el oso, tapándose el hocico con la zarpa, dijo:
- Tienes razón. ¡Es un olor insoportable!
Al león le molestaron mucho aquellos comentarios.
- ¡Fuera de aquí! -gritó dirigiéndose al oso y al tigre-. No consiento que habléis así de mi casa nudo :Los dos animales se marcharon mientras el resto de los invitados guardaba silencio. Luego se sentaron a la mesa, pero nadie se atrevía a hablar. Por fin, queriendo agradar, el mono dijo:
- Majestad, vuestro palacio es magnífico. Y huele… huele… ¡como a flores recién cortadas!
Pero el león no se creyó las palabras del mono. Así que se enfadó con él y también lo expulsó del banquete.Poco después, el león, inquieto, se levantó y comenzó a pasearse mirando a sus súbditos. Al llegar junto al zorro, se detuvo y le preguntó:
- Y tú, ¿cómo crees que huele mi casa?
Al zorro se le heló la sangre: no sabía qué decir para que el león no se enfadara. Los demás animales esperaban preocupados la respuesta. Por fin, el zorro dijo:
- Yo, señor, la verdad es que... hace días que estoy resfriado y… ¡no puedo oler nada!
des enlase:Al oír aquello, el león se echó a reír. Y comprendió, gracias al zorro, que todos los animales le temían. ¡Por eso estaba siempre tan solo! ¡Nadie se atrevía a acercarse a él! Así que le dijo a la lechuza:
- Busca al tigre, al oso y al mono, y pídeles que me perdonen. Diles que los esperamos para comer.
Al final, el banquete resultó estupendo. Y desde aquel día, el león dejó de ser tan gruñón y no volvió a sentirse solo.
- Que vengan mis súbditos. Comeremos juntos -ordenó.
Por fin llegó el gran día. Los animales sentían una enorme curiosidad por conocer la casa del rey. Al entrar en la cueva donde vivía el león, el tigre fue el primero en mostrar su desilusión:
- ¡Qué mal huele aquí! -exclamó-. Pensé que la residencia de un rey sería otra cosa.Entonces, el oso, tapándose el hocico con la zarpa, dijo:
- Tienes razón. ¡Es un olor insoportable!
Al león le molestaron mucho aquellos comentarios.
- ¡Fuera de aquí! -gritó dirigiéndose al oso y al tigre-. No consiento que habléis así de mi casa nudo :Los dos animales se marcharon mientras el resto de los invitados guardaba silencio. Luego se sentaron a la mesa, pero nadie se atrevía a hablar. Por fin, queriendo agradar, el mono dijo:
- Majestad, vuestro palacio es magnífico. Y huele… huele… ¡como a flores recién cortadas!
Pero el león no se creyó las palabras del mono. Así que se enfadó con él y también lo expulsó del banquete.Poco después, el león, inquieto, se levantó y comenzó a pasearse mirando a sus súbditos. Al llegar junto al zorro, se detuvo y le preguntó:
- Y tú, ¿cómo crees que huele mi casa?
Al zorro se le heló la sangre: no sabía qué decir para que el león no se enfadara. Los demás animales esperaban preocupados la respuesta. Por fin, el zorro dijo:
- Yo, señor, la verdad es que... hace días que estoy resfriado y… ¡no puedo oler nada!
des enlase:Al oír aquello, el león se echó a reír. Y comprendió, gracias al zorro, que todos los animales le temían. ¡Por eso estaba siempre tan solo! ¡Nadie se atrevía a acercarse a él! Así que le dijo a la lechuza:
- Busca al tigre, al oso y al mono, y pídeles que me perdonen. Diles que los esperamos para comer.
Al final, el banquete resultó estupendo. Y desde aquel día, el león dejó de ser tan gruñón y no volvió a sentirse solo.
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