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Los límites internacionales del sur de México separan a este país de las vecinas repúblicas de Guatemala y Belice. De la misma manera como ocurre en otras zonas fronterizas, pueblos, aldeas o pequeños puntos de cruce, han sido históricamente escenarios del flujo de bienes diversos, pero también y sobre todo del movimiento de personas. Sin embargo, a lo largo de esta frontera se pueden observar áreas de más intensa movilidad, cuyas motivaciones principales son de tipo laboral.
2Se han propuesto varias tipologías de los flujos migratorios que transitan por dichos puntos fronterizos a partir de diversos criterios. Sin embargo, la mayoría de los analistas concuerda en que los desplazamientos principales y de más larga tradición son aquéllos realizados por trabajadores migratorios temporales, residentes fronterizos, visitantes temporales locales y transmigrantes, todos ellos y en distintas proporciones, en sus dos vertientes: autorizada y no autorizada.
3A estas poblaciones, se sumó, durante el decenio de los ochenta, la llegada de un flujo significativo de personas de origen guatemalteco, quienes debieron salir de sus comunidades debido al conflicto armado, cruzaron la frontera por donde pudieron, buscaron protección en las zonas adyacentes y se establecieron en distintos lugares de la región. Parte de ese flujo fue reconocido como población refugiada por parte de las autoridades mexicanas. Una característica –y a la vez un problema– de estos ejercicios de tipificación de las corrientes migratorias es la difícil delimitación estricta de los desplazamientos y las poblaciones que los protagonizan, por lo que debe tomarse en cuenta la frecuente existencia de traslapes entre los mismos1.
4Un aspecto importante para el análisis de las migraciones en esta región es la perspectiva con que se ha considerado a la región fronteriza en el contexto nacional a lo largo de los distintos períodos de la historia. Durante mucho tiempo, el sur de México fue un área poco atendida en materia de políticas gubernamentales, así como también alejada de la atención de la opinión pública. El aislamiento social y la escasa consideración por parte de los programas oficiales, como se denunció al comienzo del conflicto de Chiapas en 1994, se han hecho evidentes en las desigualdades profundamente arraigadas y los niveles de marginación de su población. La ausencia o debilidad de la presencia de instituciones federales en la región –durante largo tiempo– fueron obstáculos para cualquier intento de controlar o regular fenómenos sociales fronterizos, como es el caso de los flujos migratorios, dado que en ese caso se trata de una competencia de ese nivel de gobierno.
5Ni siquiera con la llegada de refugiados a principios de los ochenta puede afirmarse que se haya generado algún tipo de sensibilidad negativa generalizada en cuanto a la presencia de extranjeros a nivel nacional. Las preocupaciones y actitudes relativamente más adversas han surgido más recientemente con el incremento de la presencia de transmigrantes, y especialmente de migrantes indocumentados. No se trata solamente de nacionales guatemaltecos; también son personas originarias de otros países centroamericanos y hasta de otras regiones del mundo, quienes intentan atravesar la frontera y después el territorio mexicano, con el objetivo de alcanzar y cruzar la frontera México-Estados Unidos.
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