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El último día que Rosa Elvira Cely estuvo con vida, el pasado 23 de mayo, otra familia en Bogotá seguía sufriendo también los estragos de la violencia de género. Eran los esposos Urrego y la única hija que les queda, María Angélica, quienes habían sido citados por la fiscal 23 de la Unidad de Vida para escuchar atónitos que el homicida de su hija mayor —asesinada en la plazoleta de comidas del centro comercial Gran Estación— y la Fiscalía habían negociado un preacuerdo, que implicaba el 47% de rebaja de la pena que Ceballos recibirá por el delito de homicidio agravado.
Los Urrego, como pocos, conocen de la pena que hoy embarga a la familia Cely. Viviam Urrego, 32 años, fue también agredida con sevicia por un hombre que ella conocía, y muy bien: su propio esposo. El 31 de marzo pasado, ante la mirada de decenas de espectadores, incluidos los padres de ella, la madre y el primer hijo de él y la hija de ambos, Giovanny Ceballos atacó a Viviam con su navaja y le propinó más de 20 puñaladas. Ella se había casado con él en 2008 y desde entonces vivían en Costa Rica, pero lo había abandonado tras repetidos abusos. Ella quería divorciarse; él no se lo permitió.
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