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Interacción genes-ambiente
La interacción genes-ambiente se refiere a la expresión de un rasgo que resulta de la interacción entre los genes y el ambiente. Algunos rasgos están fuertemente influenciados por los genes, mientras que otros lo están por el medio ambiente. Sin embargo, en la mayoría de rasgos inciden uno o varios genes que interactúan de manera compleja con el medio ambiente.
Mucha gente asume que los genetistas están interesados sólo en los genes y no creen que el ambiente sea muy importante. Bueno, eso no es ciertamente el caso. Para la mayoría de enfermedades complejas como la diabetes y el cáncer, o enfermedades del corazón, es una interacción entre los genes y el ambiente lo que da lugar a la enfermedad. Usted puede estar predispuesto a una enfermedad determinada por la genética, pero probablemente no va a contraer la enfermedad a menos que el factor ambiental desencadenante esté presente también. Así que ésta es un área muy importante de la investigación actual, para tratar de comprender cómo los genes y el ambiente trabajan juntos y cómo podemos modificar el entorno para alguien cuya susceptibilidad genética indica que está a riesgo de una enfermedad.
ejemplos de cambios en la expresión de los genes
¿Tendrá los ojos claros de la madre o el cabello rizado del padre?, ¿será bajito como ella o más bien alto como él?
Estas son preguntas típicas que comienzan a hacerse en las familias cuando una mujer queda embarazada.
La genética suele convertirse en un tema recurrente de conversación casi desde los primeros estudios de ultrasonido que se hacen para ver al feto y estas cuestiones, tras el nacimiento, suelen seguir siendo motivo de discusiones a medida que el niño o la niña crecen.
Sin embargo, el efecto de lo que llevamos en el ADN va mucho más allá de determinar unos cuantos rasgos físicos, extendiéndose hasta afectar nuestros comportamientos y habilidades.
1. La agresividad como herencia
¿Tienes un amigo pendenciero?, ¿eres alguien que fácilmente se sale de sus casillas y recurre a la violencia? Esas reacciones pueden tener un componente genético.
"El comportamiento tiene una base genética. Eso no es evidente y costó mucho reconocerlo, pero ahora lo tenemos bastante claro", afirma Miguel Pita, investigador y profesor de genética en la Universidad Autónoma de Madrid, en conversación con BBC Mundo.
"Con respecto a la agresividad, se sabe que hay individuos que por las variantes que tienen en sus genes nacen con un comportamiento que podría ser más proclive a ser agresivos que otros", agrega Pita, autor del libro "El ADN dictador" y quien es uno de los ponentes del Hay Festival de Querétaro, que se celebra en esa ciudad mexicana hasta el 9 de septiembre.
El experto advierte que eso no quiere decir que la genética haga a nadie más violento, sino que podría tener por naturaleza un poco más de dificultades para reprimirse que otras personas, aunque es luego en su ambiente cuando se desarrolla plenamente y se vuelve una persona más o menos agresiva. "Ni siquiera la genética más agresiva te obliga a serlo en tu vida", apunta.
Pita destaca que tanto la agresividad como la disposición a la cooperación son tendencias para las cuales tenemos una determinada base genética que modelamos a lo largo de nuestras vidas.
2. Comportamiento sexual
Más allá de las evidentes diferencias biológicas entre hombres y mujeres, ambos tienden a tener comportamientos distintos influenciados por la genética.
"Al igual que otros animales, hombres y mujeres tenemos dentro una genética que nos hace generalmente buscar objetivos distintos para la reproducción que, al final, ven su reflejo en el comportamiento de pareja", señala Pita.
"Las hembras de otras especies animales tienden a un comportamiento más cauto porque deben elegir mejor su pareja debido a que luego van a tener que sufrir el embarazo y la crianza. Y los machos, que simplemente aportan media célula, tienden a mostrar un comportamiento menos comprometido", indica.
Explica, sin embargo, que en la especie humana no se ha quedado allí y que sus comportamientos se han vuelto mucho más complejos.
"Hemos logrado domesticar esos instintos porque necesitamos la implicación de ambos miembros de la familia para sacar adelante a la cría. Nuestras crías necesitan una vigilancia bastante mayor que otras especies animales porque, por ejemplo, no las podemos dejarlas solas a los cinco años. El periodo que necesitan para desarrollar una cierta madurez es de, mínimo, 10 años", destaca.
"Eso ha hecho que nuestra biología haya sufrido una presión selectiva para modificarse. Entonces, hay una pregunta permanente en el mundo biológico: ¿somos monógamos o polígamos? La respuesta podría ser que venimos de una especie que no era monógama, pero que está sufriendo una transición hacia la monogamia. Hablo desde el punto de vista biológico. Desde una perspectiva social, en los países occidentales esa transición ya se ha hecho", añade.
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