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En un primer momento, cuando los refugiados llegan a su destino, la sensación de seguridad y de haber evadido el peligro es la más gratificante y poderosa. Sin embargo, aunque muchos vean su situación como algo temporal, surge la necesidad de buscar un trabajo que asegure su subsistencia.
Un estudio publicado en 2016 por la fundación Bartelsmann señalaba que el porcentaje de paro entre la población refugiada de la UE era mayor que entre la población inmigrante y mucho más alta que la población local. “Las políticas del país se centran más en la recepción que en la integración en el mercado laboral”, decía el estudio sobre uno de los grandes retos para los refugiados que logran llegar a Europa.
Por otra parte, numerosos estudios tanto en Europa como en países en vías de desarrollo, demuestran que el efecto de los refugiados en las economías locales es siempre positivo. Los gastos que producen son inferiores a los beneficios que reportan a los países de acogida en forma de impuestos sobre el consumo y productividad laboral.
2. Xenofobia y racismo
La discriminación racial o por el país de origen está detrás de muchos casos de desplazamiento forzado. Sudáfrica y el régimen racista apartheid que gobernó hasta 1994 son un ejemplo clásico de un sistema discriminatorio que expulsó a miles de personas de sus hogares. El caso de los rohingya, la minoría étnica expulsada del norte de Myanmar y ayudada por ACNUR en Bangladesh es otro ejemplo más cercano en el tiempo.
Sin embargo, la xenofobia y el racismo siguen siendo un problema social al que los refugiados se enfrentan en algunos de los países de acogida. Esta situación la pueden llegar a sufrir, por poner algunos ejemplos, los colombianos en Ecuador y Costa Rica, los somalíes y congoleños en Kenia o los solicitantes de asilo en diversos países europeos.
3. Educación
Para los niños de la cada vez mayor población mundial refugiada el derecho a la educación es más una aspiración que una realidad. Niños que tuvieron que interrumpir su proceso educativo ven, en su nueva situación de refugiados, cómo los retos de su exilio se ven magnificados por la falta de acceso a una educación.
Solo un 61 por ciento de los niños refugiados tienen acceso a la educación primaria frente a una media del 91 por ciento a nivel mundial. En educación secundaria las diferencias son aún más claras, con solo un 23 por ciento de refugiados adolescentes matriculados frente a un 84 por ciento a nivel mundial.
Mención aparte merece la situación de las niñas refugiadas sin acceso al sistema educativo. Para ellas, la educación puede ser la única garantía para evitar el matrimonio infantil y poder tomar las riendas de sus vidas y formar parte activa de sus comunidades.
4. Depresión y traumas psicológicos
Uno de los grandes olvidados cuando se citan los problemas que afrontan los refugiados en los países de acogida es el de los traumas psicológicos derivados de la guerra. Habiendo estado sometidos a situaciones de violencia y gran tensión bien en su país de origen o en el tránsito hacia su destino, muchos refugiados padecen traumas que requieren tratamiento médico.
Insomnio, comportamientos obsesivos, pesadillas, recuerdos terroríficos y tendencia al aislamiento social son algunos de los síntomas más habituales de aquellos que han tenido que que escapar de sus hogares huyendo de la violencia. Estos traumas son especialmente marcados en los niños y pueden provocar que no quieran ir al colegio, participar en actividades o, en los casos más extremos, salir de casa.
Explicación: espero que te ayude