las inundaciones eran fundamentales para el desarrollo de la economía y esta puede que sea asi porque
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a.
Aquí hay varias cuestiones que deben cambiar en el futuro para que seamos esa sociedad avanzada del siglo XXI a la que aspiramos. Primeramente entender, como ya he dicho, que el espacio fluvial sólo puede ser del río, y que para nuestro desarrollo, nuestra economía y nuestra calidad de vida, nos interesa que sea así. Por tanto, no tienen sentido los múltiples esfuerzos y las ingentes cantidades de dinero que hemos gastado en querer “dominar” a nuestros ríos encauzándolos con hormigón y escolleras. De hecho, las inundaciones siguen produciéndose a pesar de los miles de kilómetros de nuevas escolleras y de las nuevas presas puestas en funcionamiento. Inclusive, la existencia de las presas agrava en ocasiones los problemas de inundaciones por las sueltas bruscas a las que se ven obligadas. En pleno siglo XXI, mantener como objetivo fundamental para el ser humano su dominio sobre la naturaleza ya es un paradigma desechado y, por tanto, obsoleto. Se trata de encontrar el equilibrio con la naturaleza, pues es la única vía de supervivencia para nuestra especie. Lo hemos visto con otras muchas cuestiones y por eso hablamos de sostenibilidad, de lucha contra el cambio climático, etc. En segundo lugar habrá que cambiar la forma de gestionar el agua, en lo que afecta a la gestión de los ríos, pero también de los usos y los aprovechamientos. Este es un tema muy complejo en el que no pretendo adentrarme en este artículo, pero sobre el que hay mucho que cambiar. De nuevo se me vienen a la cabeza múltiples oportunidades que supondría el que de una vez por todas hagamos bien las cosas. La restauración y recuperación de nuestros paisajes fluviales supondría una mejora muy considerable de nuestros ecosistemas y de la conservación. El territorio de movilidad fluvial también lo es de movilidad de las especies animales, por eso hablamos de corredores ecológicos, y también, aunque de forma menos visible, son corredores para las especies vegetales. Si mejoramos la calidad de nuestros paisajes y del entorno, no sólo mejoraremos nuestra calidad de vida, sino que podremos aprovechar ese valor añadido como recurso para nuestro desarrollo.
Un país que vive en buena parte del turismo no puede permitirse tener sus paisajes cada vez más degradados y pobres. Eso no atrae a nadie. La conservación también puede ir ligada a marcas de calidad, denominaciones de origen, etc., con lo que otros elementos de la economía del turismo, como nuestra gastronomía, artesanía, agricultura ecológica, etc., también se verían muy favorecidos. En tercer lugar, y esto resulta obvio después de todo lo anteriormente comentado, deben realizarse estudios rigurosos, y aplicando las últimas tecnologías disponibles, de los riesgos de inundabilidad asociados a nuestros cauces.
Finalmente, hablaré de otras ventajas de las últimas manifestaciones de la naturaleza que repercutirán sin duda en nuestra maltrecha economía de forma positiva, y en este caso, el beneficio ya está hecho, no depende de la gestión de la situación por parte del hombre. Las crecidas son absolutamente necesarias para que un río esté vivo y cumpla todas sus funciones geomorfológicas y ecosistémicas. Pero comentaré un par de cuestiones para que todo el mundo entienda esto que acabo de decir. La primera de ellas también tiene mucho que ver con nuestra calidad de vida y con el sector turístico de nuestra economía. Un río geomorfológicamente vivo es un río que transporta sedimentos. Durante los fenómenos de crecidas y arrastres los ríos transportan sedimentos al mar, sedimentos que no son otra cosa que una buena parte de la arena sobre la que tomamos el sol en nuestras playas. Algunos temporales nos quitan la arena y los ríos la reponen de forma natural. Si bien habrá que gastar dinero en limpiar los restos de vegetación y otros arrastres que también se han depositado en las costas, el presupuesto en regeneración de playas de esta campaña podrá disminuir, y en el balance saldremos ganando, sin duda. Además, nos ahorraremos buena parte del enorme impacto ambiental y coste energético que suponen las operaciones de regeneración de las playas. La segunda ventaja también repercute muy directamente sobre nuestra economía, en concreto sobre el sector pesquero.