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No cabe duda de que participar en grupos sanos aporta factores beneficiosos a los humanos de todas las edades. Los grupos son un importante factor de maduración y de progreso. De hecho, el niño nace y crece en grupos. El primero, la familia, es de importancia decisiva: de la calidad de las relaciones y los cuidados en ella dependerá completamente su vida y su futuro.
Años más tarde, los grupos de adolescentes tienen una función definitivamente importante en la revolución adolescente. Pero estos grupos tienen sus antecesores naturales: los grupos en la infancia y la pubertad.
Así, el niño crece en dos tipos de grupos: los que vienen determinados por los adultos, en especial los padres, como la escuela, los grupos recreativos y educativos, deportivos, música, idiomas…. Estos grupos se organizan alrededor de una tarea a realizar, o sea de lo que se va a hacer en ellos. También, el grupo de los niños de la familia, primos, amigos de los primos, los hijos de los amigos de los padres, etc. etc., con los que el niño forma grupos de juego y de entretenimiento en general.
El segundo tipo son los grupos espontáneos, aquellos que el niño elige dentro de lo que permite su autonomía a cada edad: grupos de compañeros, de su barrio, de su pueblo, del pueblo de sus padres, de su lugar de veraneo… A menudo el niño tiene su propio grupo dentro de los grandes grupos, como la clase, la familia, los grupos recreativos. Allí el niño diferencia entre compañeros y amigos y forma grupo con los de su elección.
En la adolescencia las cosas son diferentes: las posibilidades de integrarse en grupos y también las funciones del grupo se amplían muchísimo. El muchacho y la chica, ávidos de agruparse, pueden formar grupo en cualquier espacio en que transcurra su vida.
Dividiré mi exposición en los siguientes apartados:
Los grupos de adolescentes: tipos y características,
La función del grupo de adolescentes,
Los grupos terapéuticos de adolescentes y los procesos de elaboración.
1. LOS GRUPOS DE ADOLESCENTES: TIPOS Y CARACTERÍSTICAS
Como en edades anteriores, el adolescente puede agruparse por razones de intereses y de objetivos: recreativos, deporte, música, taller de pintura, universidad, trabajo… Pero los grupos más importantes son aquellos en los que, cualquiera que sea el objetivo inicial, participa por interés en sus pares, para relacionarse en grupo; por tanto, su única y esencial función es la experiencia misma de grupo, la tarea del grupo es pues el grupo mismo.
Entonces, el grupo parece pasar a ser “su nueva familia”. De investir las relaciones familiares pasa ahora a investir el grupo. La dependencia de la familia pasa a ser dependencia del grupo. Es allí donde suceden ahora las cosas importantes, donde sucede todo. Allí los jóvenes comparten su crisis adolescente, crean identificaciones compartidas, experimentan fidelidad e incondicionalidad, empatía, comparten inquietudes, inseguridades, ansiedades, se apoyan mutuamente…
Aunque en forma diferente al grupo de niños, el de adolescentes viene también, para bien o para mal, influido por la familia, en la medida en que ésta conlleva un entorno social, un ambiente socioeconómico, cultural, ideológico y una oferta de grupos. Esto no es en sí mismo algo negativo: es importante que el adolescente se sienta seguro de que los padres siguen allí, de que en su trayectoria más o menos revuelta puede seguir contando con ellos. Pero es importante también que pueda elegir libremente su grupo y los padres no interfieran en su elaboración y su trayectoria hacia la autonomía. Como sabemos, hay padres que rechazan cualquier tipo de grupo formado fuera del entorno inmediato de la familia y utilizan la dependencia emocional y económica del hijo para limitarlo represivamente (Meltzer y Harris, 1989). Si la presión familiar coincide con tendencias adhesivas del hijo, es probable que los padres tengan éxito y éste permanezca ligado al entorno familiar sin cuestionarse nada, como forma de seguir “habitando” la familia, adoptando el pensamiento de sus padres, como expresión de una adolescencia ausente.
En condiciones mejores, el adolescente puede formar su grupo dentro del universo de la familia, con jóvenes de su entorno social y que, de todos modos, este grupo lo ayude a evolucionar favorablemente hacia una identidad propia y hacia un grado válido de diferenciación como individuo (Aberastury y Knobel, 1980), de individuación. Seguir en el entorno familiar no significa siempre mantener relaciones indiferenciadas y regresivas.
En otras ocasiones, hallamos al adolescente participando sucesivamente o simultáneamente en grupos muy distintos entre ellos, incluso contradictorios, en entornos cercanos o muy alejados de su familia. Cada uno de estos grupos representa en realidad una faceta de la personalidad del muchacho. En el conjunto de ellos puede experimentar y ejercer estas distintas facetas personales, o sea, sus identificaciones con sus distintos objetos internos.