me pueden hacer un cuento largo

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Respuesta dada por: danielsanchezale1024
1

Respuesta:

El niño y los clavos

Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:

– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Respuesta dada por: keisegurac
2

Ibai quería tener una mascota. Le hacía mucha ilusión. Sus papás no estaban muy convencidos, porque las mascotas hay que cuidarlas mucho.

—Las mascotas no son juguetes, Iba— le repetían una y otra vez sus padres.

Pero Iba siempre decía:

—Prometo cuidar a mi mascota, darle de comer, sacarle a pasear y darle muchos mimos.

Y así durante semanas. Hasta que llegó el día del cumpleaños de Ibai. El niño no se esperaba que en aquella pesada caja llena de agujeros hubiera…

—¡Un perrito! ¡Un perrito! ¡Un perrito! -

Eso fue lo que Iba fue gritando por toda la casa cuando vio aquel precioso cachorro de mirada asustada.

—¡Mira, mamá, si hasta se parece a mí! —dijo el niño.

—Si tú lo dices… —dijo mamá.

—¡Mira, papá, parecemos hermanos! —insistía el pequeño.

—Un aire a lo mejor sí os dais, sí —concedió papá.

—Mira, tía Pepa, ¿no te parece que nos damos un aire? —dijo Ibai.

—Vale, vale, chaval, lo que tú digas, pero no tardes mucho en ponerle un nombre —dijo tía Pepa.

—Pues no sé muy bien cómo llamarlo —dijo Ibai.

—Creo que deberías buscar un nombre que rime con el tuyo, para que el parecido sea definitivo —bromeó tía Pepa.

—¡Sí! —exclamó Ibai. Y se quedó petrificado, porque no se le ocurría ningún nombre que rimase con el suyo.

Tía Pepa dio un respingó y exclamó:

—¡Lucalai! ¿Qué te parece Lucalai?

—¡Genial! —gritó Ibai, mientras el resto de adultos reía la gracia.

Desde entonces Ibai no se despega de su perrito Lucalai. Todos los días le da de comer y de beber, lo saca a pasear y recoge sus caquitas (esta es la parte que menos le gusta a Ibai, pero hay que hacerlo). También le acaricia, le cepilla, le abraza y juega con él.

 

Y cuando Lucalai prepara alguna de las suyas, Ibai es el primero que saca el trapo, el cepillo o la fregona.

Un día, en el cole, la maestra pidió a los niños que hablaran de alguien que quisieran mucho. Ibai fue el primero en levantar la mano para hablar de su perrito.

—Mi perrito se llama Lucalai y es clavadito a mí —dijo el niño.

La maestra no pudo contener una enorme sonrisa en su cara.

—¿Lucalai? —preguntó. ¿Se te ocurrió a ti?

—No, fue idea de mi tía Pepa-dijo Ibai.

—¿Y tiene algún significado el nombre? —preguntó la maestra.

—No, que yo sepa —dijo el niño.

—Pregúntale a tu tía y mañana nos lo cuentas —dijo la maestra—. Si la intuición no me falla ese nombre significa algo. Y creo que te va a encantar.

Ibai y su perrito de LucalaiEn cuanto llegó a casa Ibai le contó a su mamá lo que había dicho la maestra y le preguntó:

—¿Tú sabes qué significa Lucalai?

Mamá le contó de dónde le vino la idea a tía Pepa.

—Como insistías tanto en que el perrito era igualito que tú, tu tía Pepa se dio cuenta de que, en inglés, ser parecido a algo o a alguien se dice “look alike”. Pero ya sabes que a tu tía siempre anda haciendo el tonto con el inglés y haciendo cosas raras. Así que simplificó.

—¡Como cuando canta mal en inglés diciendo cosas raras en español! —exclamó Ibai.

—Eso es —dijo mamá.

—¡Qué gracia tiene tía Pepa! —dijo Ibai—. Voy a llamarla para darle las gracias.

Cuando Ibai lo contó en el colegio todos sus compañeros quedaron encantados con la historia y con la genial idea de tía Pepa.

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