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Es una fórmula ya probada. El impulso actual hacia la integración regional ha sido influenciado por el éxito de la región de Asia Oriental y el Pacífico, donde el comercio intrarregional y las exportaciones al resto del mundo han aumentado significativamente los ingresos. A primera vista, esto sugiere que perseguir acuerdos políticos formales para fortalecer los lazos económicos dentro de la región podría impulsar el crecimiento en Latinoamérica y Caribe.
Es clave para mejorar la conectividad. Una mayor integración regional podría impulsar políticas que mejoren la calidad de la infraestructura y conectividad. En la actualidad, los costos logísticos de la región están dentro de los más altos del mundo. Los obstáculos geográficos hacen que la región enfrente costos mayores que otras regiones. De hecho, la calidad de las rutas de transporte es relativamente pobre con respecto al resto del mundo: casi el 70% de las carreteras no están pavimentadas, un porcentaje bastante alto en comparación con Asia Oriental y el Pacífico y Medio Oriente y Norte de África (menos del 30%).
El gusto está en la diferencia. El estudio establece que mientras más diversos son los países que pactan acuerdos comerciales, más se pueden complementar y mayores son las ganancias, ya sea comprando o vendiendo productos que componen una misma cadena de valor o intercambiando tecnología, conocimientos y talentos. Una integración más profunda entre pequeños y grandes países de Sudamérica, Centroamérica y México sería mucho más beneficiosa.
Menores costos aduaneros y menos barreras. Bajar las barreras arancelarias es otra manera de abrirse a la regionalización. De esta manera, se podría facilitar la capacidad de la región para conectarse entre los países, ser más eficientes y mejorar el aprendizaje mutuo.
La integración regional es clave para integrarse al mundo. Una estrategia comercial puede hacer una región mucho más eficiente y poderosa. Permite compartir conocimientos; tener tarifas más competitivas entre los socios que abaraten el costo de los productos; generar más negocios; y, en última instancia, ser económicamente más competitiva con el resto del mundo. Una regionalización abierta permite que el intercambio de bienes clave para la competitividad regional como la electricidad y el transporte terrestre, sean mucho menos costosos.
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