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El humanismo como conocimiento o cultivo de las letras humanas resulta un concepto de corto alcance para explicar el humanismo renacentista, esa revolución de los saberes que tiene por modelo paradigmático el mundo clásico grecolatino, y más aún para entender la actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos. Estas diversas acepciones de la palabra humanismo pueden aplicarse al mismo tiempo al humanismo del que trata este libro: los protagonistas del segundo humanismo europeo acotado temporalmente desde finales del siglo XV, concretamente desde la llegada de Nebrija a España tras sus estudios en Italia, hasta mediados del XVI con la apertura de la biblioteca de El Escorial.
El origen de este libro tiene que ver con una investigación que comienza en el año 1947 con la lectura por parte del joven Fontán del libro de Walter Rüegg, Cicero und der Humanismus, publicado en Zúrich en 1946 en el que aparecía una reflexión sobre el humanismo que va a impresionar y marcar una de las grandes líneas de investigación de Antonio Fontán. Y es que el término de humanismo y humanista no es tan antiguo como se piensa. Al parecer se remonta tan sólo a principios del siglo XIX cuando el filósofo y pedagogo bávaro Friedrich Immanuel Niethamer lo empleó por primera vez. Es el concepto más que el término lo que despertará el interés que llega hasta Príncipes y humanistas.
Además de un comentario del libro de Rüegg, publicado en 1947 en Arbor, la revista del CSIC, poco después su labor investigadora quedaría reflejada en un artículo más amplio titulado «Humanismo» (Arbor,1951, vol. XIX, pp. 66-74). Seis años después aparecen publicados tres artículos de carácter más divulgativo en la tercera de ABC («Distinción del humanismo» 17/8/57; «La educación por la palabra», 18/8/57; «El nuevo humanismo nacional», 23/10/57). Fruto de un trabajo más profundo -y al estilo de la lección magistral de oposiciones a cátedra pronunciada por Menéndez Pelayo en 1878, dedicada a los «humanistas españoles del siglo XVI»-, Antonio Fontán dedicó la lección inaugural del curso académico 1957/58 en Pamplona, a las Artes ad humanitatem en lo que luego sería publicado como libro con ese mismo título para rescatar los ideales del hombre y de la cultura en tiempos de Cicerón. En esta obra destaca la soltura en el manejo de las fuentes clásicas, griegas y latinas, para interpretar en su contexto histórico y filosófico el concepto clásico de humanitas que aparece repetidas veces «con un matiz ético y social, característico de lo mejor del hombre, es decir, de aquella condición que más radicalmente lo distingue de las bestias y que igualmente aleja al hombre civilizado del bárbaro, a quien puede calificarse como immanis, ferus, ferox».
Explicación:
A partir de ese momento comienza una nueva investigación sobre el humanismo más ambiciosa desde el punto de vista histórico y del concepto de humanitas en Cicerón, pasamos al concepto de humanismo romano, que logrará una visión de conjunto de toda la influencia del pensamiento de Antigüedad romana a través de sus textos y de sus autores, desde la tradición de la cultura antigua y los grandes clásicos, especialmente Cicerón, Horacio, Virgilio, Tito Livio y Séneca, hasta el humanismo renacentista y el humanismo científico moderno. En el libro titulado Humanismo romano, publicado en 1974 por la editorial Planeta, Antonio Fontán compendia, ilustra y desarrolla innumerables artículos, trabajos científicos u obras de divulgación, estudiados y publicados algunos de ellos durante la década anterior. Quizá los más destacados son los aparecidos en la extinta revista Atlántida, todos ellos convenientemente citados en la nota bibliográfica. Allí, en el capítulo dedicado al humanismo renacentista titula uno de sus apartados como «Introducción al humanismo español» como un esbozo de lo que ahora, más de treinta años después, presenta bajo el título Príncipes y humanistas.