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La explosión de los estudios sobre deportes en América Latina comenzó a partir de la primera década del siglo xxi, aunque la invención del campo debe fecharse en 1982, cuando se editó la compilación del antropólogo brasileño Roberto Da Matta (1982), O universo do futebol. En los primeros diez años la producción se limitó a los trabajos producidos por el propio Da Matta y por el antropólogo argentino Eduardo Archetti, quienes se dedicaron especialmente a la discusión de la relación entre deporte e identidad y, en el caso del segundo, a los fenómenos de violencia en el fútbol (únicamente Archetti; Da Matta nunca trabajó la problemática). En la década de 1990, la producción comenzó a crecer debido a la aparición de nuevos investigadores, algunos de los cuales se concentraron, entre 1999 y 2002, en el Grupo de Trabajo Deporte y Sociedad financiado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (clacso), lo que permitió el conocimiento completo de la hasta entonces breve producción latinoamericana.
Eran tiempos en los que un solo investigador podía aspirar a revisarla por completo: lo había logrado Joseph Arbena (1999) en un volumen editado pocos años antes, aún con la labilidad de expandir los límites disciplinares —Arbena no limitaba su exploración a las ciencias sociales, sino que incorporaba las humanidades y también algunos materiales periodísticos de relevancia. La experiencia del Grupo de Trabajo de clacso permitió explorar el campo en todo el continente —buscando ampliar su representación a todos los países, superando la sobrerrepresentación argentino-brasileña de los orígenes— y simultáneamente recibir, durante años, los trabajos de una creciente cantidad de investigadores jóvenes a los que la existencia del Grupo motivaba a salir de la clandestinidad.
La clandestinidad es una metáfora política bastante descriptiva: en esos años la utilizamos para describir un campo que era naciente y necesariamente periférico, pero que, marcado por cierta ilegitimidad de un objeto presuntamente banal, prefería la clandestinidad y el margen. Hasta esos años, investigar temas deportivos en los espacios institucionales latinoamericanos —las universidades y los centros de investigación, no en los hogares o en los bares— enfrentaba dos problemas complementarios: producir sin bibliografías previas —el recurso de buscar ideas en los que han transitado problemas similares— y enfrentar el descrédito y la ilegitimidad de los objetos deportivos en las ciencias sociales latinoamericanas. Posiblemente, la única excepción era el caso brasileño: tras los pasos de Da Matta, por la indudable calidad de su antropología —mucho menos estructurada y más creativa que, por ejemplo, la argentina—, y por la importancia de sus departamentos de educación física, los colegas brasileños habían producido sistemáticamente con un constante incremento en la calidad y cantidad de, especialmente, sus tesis de posgraduación.