¿Qué aspectos de la DEMOCRACIA Y EL ABSOLUTISMO se ven reflejados en Colombia?

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Respuesta dada por: dashapaola04
3

Respuesta:

ojalá y te cirva saludos hasta Colombia desde México

Explicación:

ElTiempo

ARCHIVO 04 de abril 1995, 12:00 a. m.

ABSOLUTISMO O DEMOCRACIA

En su intervención en la Asamblea Departamental, el señor Vicepresidente calificó nuestro régimen político anterior a 1991 como algo muy parecido a una monarquía constitucional. Es obvio que después de 1991 la inercia de los intereses establecidos no iba a ceder sin luchar los espacios del poder real a las fuerzas que expresaron sus anhelos de construcción nacional en la nueva Carta Magna.

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OPINIÓN

Por: Darío Mayorga Cruz

04 de abril 1995, 12:00 a. m.

Vana ilusión!, la de quienes seguimos atribuyendo mayor fuerza de la que tienen, a la palabra empeñada y a los tipos de letra impresa, frente a los hechos de la vida real. No obstante, seguimos en la brega, con la esperanza de inclinar el péndulo del que hablara el exconsejero de Estado Humberto Mora Osejo, al referirse al proceso de construcción nacional: Este proceso, decía, En Colombia significa un contínuo movimiento pendular entre la tendencia absolutista y la democrática, la primera con ostensibles o veladas remembranzas y nostalgias coloniales y la segunda modernista, libertaria y descentralista . El principio de autonomía, que consigna el texto constitucional de 1991, debe expresarse efectivamente en que el Gobierno Central deje de ser el único depositario y dispensador del poder, lo que equivale a dejar de ser un régimen cuasi presidencial-monárquico, que subordina e invade espacios de los demás poderes con cabildeos e imposiciones y que en el ámbito territorial niega lo que formalmente predica, aliándose para ello en las regiones con el viejo país clientelista, que como se sabe, es el hijo legítimo del centralismo. Los procedimientos, a semejanza de La Colonia, de imponer favoritos del poder real y el debilitamiento sistemático de las rentas departamentales, desvirtúan la naturaleza y competencias de las entidades territoriales. El Meta, por ejemplo, ha perdido en los últimos tres años aproximadamente un 10% de sus ingresos departamentales. Tal como se están concibiendo las competencias para los departamentos -registra una ponencia de los antioqueños a la VII cumbre de gobernadores-, pareciera que éstas no son entidades territoriales con la autonomía y los poderes que les reconoce la Constitución . La reticencia a darle curso a la reglamentación del numeral 13 del artículo 305 de la Constitución, sobre designación de gerentes o jefes seccionales de los establecimientos públicos del orden nacional que operan en los Departamentos, es una muestra de ello. No podemos olvidar que la intransigencia histórica del centralismo y la dictadura en que derivó en sus inicios, produjeron desconcierto y desasosiego social, conduciendo al país por la senda de crecientes guerras civiles, con sus secuelas vigentes hasta hoy de muerte y miseria, además de la pérdida de territorios como Panamá, cuya población por motivos geográficos e históricos, nunca admitió que de Estado que era se los transformara en Departamento. El sólo desarrollo positivo del numeral 13 del artículo 305 de la Constitución, contribuiría efectivamente a la depuración de las costumbres políticas, al situar el esfuerzo de los congresistas en escenarios propios del legislativo y no en el forcejeo por los cargos del ejecutivo. Infortunadamente, parece haberse consolidado una alianza regresiva que pugna por acomodar a su antojo la irreversible marcha de la democracia a nivel local y departamental. Podemos constatar con dramatismo que el viejo país político , cuya defunción fue certificada por la Constitución del 91, goza de cabal salud y está dispuesto a todo para preservar o incrementar sus privilegios. Por todos los medios intentarán demostrar que la elección popular de gobernadores es un fracaso, al igual que la de alcaldes. El avance de las nostalgias puede tener costos y riesgos elevados. Afortunadamente, ya hoy tenemos ejemplos a este nivel territorial, de construcción social democrática que terminarán cundiendo, señalándole a este país que es posible que sus anhelos postergados se abran paso a partir de la democracia local, muy a pesar de los abolengos y los sectarismos. Por desgracia, la historia y la dura realidad de hoy parece que no terminan de convencer a muchos que la defensa y construcción de la autonomía de los poderes locales, algo aparentemente contradictorio con el futuro informatizado del mundo, es nuestra última oportunidad de participar en la construcción digna de un futuro equilibrado y justo, de una auténtica democracia, como heredad para nuestros hijos

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