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atraso. Y, cuando fue necesario, no dudó en dejar el escritorio y empuñar el sable
FacebookTwitterLinkedinGoogleE-mailImprimirAnteriorSiguiente2 de 21 de 22 de 21 de 2PUBLICIDADinRead invented by TeadsPara la gran mayoría de los argentinos, Manuel Belgrano es conocido por haber sido el creador de la bandera nacional y por su desempeño, tanto político como militar, en las guerras de la Independencia entre 1810 y 1820. Menos conocida es su actuación en los años previos a la Revolución de Mayo. Sobre todo la etapa en la que se desempeñó como secretario del Consulado de Buenos Aires, durante el Virreinato del Río de la Plata.Hacia 1785, un grupo de comerciantes de Buenos Aires se constituyó en junta para solicitar a las autoridades reales la creación de un Consulado, para que la solución de sus problemas fuera decidida por jueces locales, de la misma forma en que se hacía en Lima y México. Nueve años después, la solicitud fue aprobada, y en 1794 el Rey creó por Real Cédula el Consulado de Buenos Aires.
Además de ejercer funciones de tribunal judicial en asuntos comerciales, el Consulado tenía otros objetivos de vital importancia para el progreso de la región, como ser: procurar "por todos los medios posibles el adelantamiento de la agricultura, la mejora en el cultivo y beneficios de los frutos, la introducción de las máquinas y herramientas más ventajosas, la facilidad en la circulación interior y, en suma, cuanto parezca conducente al mayor aumento y extensión de todos los ramos de cultivo y tráfico." En esta tarea tuvo un rol destacado su Secretario, Manuel Belgrano, quien fue el difusor de las nuevas ideas económicas en boga hacia fines del S .XVIII.
En 1793, el joven Belgrano se recibió de Abogado en la Universidad de Salamanca, pero según los relatos de sus memorias, no será en el ámbito académico donde adquirirá sus mayores conocimientos, sino en el trato diario con pensadores y hombres de letras que conocía en tertulias y reuniones sociales en las que se discutían los acontecimientos que conmovían a Europa y al Norte de América por aquellos tiempos, como ser la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos.
Esto lo llevó a inclinarse por el estudio de la Economía Política, leyendo a autores como Quesnay, Adam Smith y Campomanes, entre otros. Claro está que sus ideas renovadoras chocaron con la incomprensión e intereses mezquinos de los burócratas rioplatenses de la época. Todas las innovaciones que promovió desde su puesto de Secretario del Consulado atentaban contra la seguridad y privilegios de una clase acomodada que sólo pretendía obtener rentas económicas sin hacer ningún tipo de esfuerzo ni aporte para el progreso de la región.
De todos modos, Belgrano, que por aquel entonces promediaba los veinte años, no se tentó ante la posibilidad de obtener cuantiosos beneficios económicos desde la comodidad de su cargo burocrático, sino que prefirió utilizar la función pública para "fomentar la agricultura, animar la industria [y] proteger el comercio de un país agricultor". Su pensamiento estará guiado por las ideas de los fisiócratas (fisis=naturaleza; cracia=gobierno), para quienes la agricultura era la base de la riqueza de un país. Para Belgrano, "la agricultura es el verdadero destino del hombre"; según su visión, el cultivo de la tierra era sinónimo de progreso y civilización. Obviamente, esta concepción se oponía a la tradición mercantilista con la que España encaró el proceso de conquista económica de América.