• Asignatura: Castellano
  • Autor: silvanapacar21
  • hace 4 años

Hola a todos, alguien que se haya leído el libro Herejía de David Lozano Garbala puede responder estas preguntas

1. El honor es un tema transversal en la obra, ¿Crees que el honor tiene algún efecto en la manera en que los acusados reaccionan cuando son buscados por la inquisición?
2. ¿Por qué el rey Fernando de Aragón permite que la inquisición persiga incluso a los nobles? ¿Crees que la Inquisición estaba a favor o en contra de la corona?
3. Cuando Ginés flagelaba a los prisioneros lo hacía con rabia, ¿hacia quién estaba dirigida esa rabia? ¿Por qué?
4. ¿Hay alguna diferencia entre los arrestos a la clase alta y los arrestos a la clase baja?
5. ¿Cuál creen que es la justificación que tenían los inquisidores para torturar el cuerpo? ¿Qué valor tenía el cuerpo dentro de esta visión de mundo?
Gracias

Respuestas

Respuesta dada por: gonzalezcruzdaniela4
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Respuesta:

n los reinos cristianos de la península ibérica existió durante la Edad Media la inquisición episcopal, así llamada porque la jurisdicción sobre la herejía, el "crimen" eclesiástico convertido en delito público más importante, correspondía a los obispos quienes condenaban a los herejes con la expulsión de la diócesis o con la excomunión, aunque la Iglesia apeló constantemente a los tribunales seculares para que también la persiguiera, teniendo en cuenta la prohibición establecida por el derecho canónico de que los tribunales eclesiásticos dictaran condenas que supusieran el derramamiento de sangre.1​ En 1184 el papa Lucio III extendió la inquisición episcopal a toda la cristiandad occidental, castigando a los herejes con el destierro y la confiscación de bienes, sin que se admitiera todavía la pena de muerte.2​

Sin embargo, algunos príncipes cristianos fueron más lejos. Entre ellos sobresalió Pedro II de Aragón que en 1197 promulgó en Gerona una durísima ordenanza antiherética en la que mandaba quemar vivos a los herejes que se negaran a abandonar sus dominios.3​

En 1231 el papa Gregorio IX creó la Inquisición pontificia que se superpondría a la inquisición episcopal, pero aquella no llegó a establecerse en la Corona de Castilla, donde la represión de la herejía corrió a cargo de los príncipes seculares basándose en una legislación también secular aunque reproducía en gran medida los estatutos de la inquisición pontificia. En Las Partidas se admitió "la persecución de los herejes, pero conducirlos, ante todo, a la abjuración; solo en caso de que persistieran en sus creencias podían ser entregados al verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran desposeídos de toda dignidad y cargo público". En el reinado de Fernando III de Castilla fue cuando se impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey ordenó marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica habla de que «enforcó muchos home e coció en calderas».4​

En el resto de reinos cristianos peninsulares sí se estableció la inquisición pontificia. En la Corona de Aragón en 1233, en el reino de Navarra en 1238, aunque en el reino de Portugal no se introdujo hasta 1376, para caer en seguida en desuso.5​

En la Corona de Aragón su implantación se produjo como resultado de la preocupación que tenían su soberano Jaime I y los obispos de sus dominios por la llegada de herejes procedentes del otro lado de los Pirineos y que además estaban haciendo muchos adeptos. En principio se restableció la ordenanza antiherética de Pedro II el Catolico de 1197, pero el papa Gregorio IX presionó para que se instaurara la Inquisición que acababa de crear, contando con la ayuda de Raimundo de Peñafort. Al fin Jaime I cedió y el 7 de febrero de 1233 promulgó un edicto que establecía que «nadie pueda decidir en causas de herejía sino el obispo diocesano u otra persona eclesiástica que tenga potestad para ello», es decir, un inquisidor. Entre otras prescripciones en el edicto se establecía que «nadie tenga en romance los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, sino que en el término de ocho días los entregue al obispo de su diócesis para ser quemados».6​

El papa confirmó el edicto y en 1235 envió al arzobispo de Tarragona un código de procedimiento inquisitorial redactado por Peñafort. En él se establecía la figura del legado pontificio, con carácter de juez extraordinario o inquisidor general, por lo que no presidía ningún tribunal permanente, a diferencia de su homónimo de la Inquisición española de la Edad Moderna. "Estos primeros legados suelen ser dominicos o franciscanos, los cuales, dada la exención de que gozaban respecto de los obispos, se convertían en instrumento apropiado de la administración pontificia y podían actuar de acuerdo con los príncipes, atendiéndose a una legislación universalmente establecida".7​

En el concilio de Tarragona de 1242 se aprobó un nuevo reglamento inquisitorial, que establecía que el hereje impenitente debía ser entregado al brazo secular, mientras que los simples afiliados habían de hacer penitencia todos los años de su vida en las fiestas que se señalaban, descalzos y en camisa, y siempre debían llevar dos cruces en el pecho, de distinto color que los vestidos. En algunos casos se llegaron a exhumar cadáveres de supuestos herejes para ser quemados.7​

La inquisición pontificia existió en la Corona de Aragón hasta que a principios del siglo XV dejó prácticamente de actuar. Durante ese tiempo se ocupó de casos aislados de herejía y de escaso arraigo popular como los procesos que se abrieron contra los fraticelli o contra los beguinos en diversos lugares de los Estados de la Corona. El más famoso de sus inquisidores fue el catalán Nicholas Eymerich gracias al manual Directorium Inquisitorum que escribió a mediados del siglo XIV.8​

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