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No fue hasta aproximadamente el 1.700 aC que se inicia un uso más intensivo del hierro. Durante el reinado de Ramsés II en Egipto (1.292 a 1125 aC) son frecuentes los usos en armas, llantas de ruedas, puntas de flecha, anillos y otros elementos elaborados presumiblemente bajo supervisión de los hititas, que parecen haber sido los poseedores del secreto de su manufactura. Una carta del rey de los Hititas Hattusilis III (1.275 a 1250 aC) presumiblemente al rey de los Asirios, en que lamenta no poder hacerle llegar el hierro solicitado y se excusa ofreciéndole de regalo una daga de hierro, da cuenta del alto valor asignado a este mineral y a su manufactura. El uso del hierro también está limitado por a la tecnología aún simple de producción en hornos abiertos a los vientos que, alcanzando temperaturas relativamente bajas, apenas permitían la formación de una masa pastosa que era forjada a golpes de martillo. Este hierro forjado a golpes de martillo y de alto contenido de carbono era de baja dureza y su aplicación en herramientas y armas competía dificultosamente con el bronce que sí podía ser moldeado. Excepción a lo anterior son los desarrollos de tecnologías de hierro colado logrados en la India y China que permitieron producir aleaciones de bajo contenido de carbono (hierro “wootz” en India). Este uso limitado del hierro se mantuvo hasta que fuera descubierto que manteniendo el hierro calentado largamente al rojo y combinado con carbón encendido se otorgaba al metal mayor dureza. Este tipo de hierro tenía, además, la ventaja de poder ser sometido a tratamientos térmicos (templado) que le otorgaron mayor dureza. Esta técnica fue conocida de los griegos y es mencionada por Homero en La Odisea. En los dos o tres últimos siglos aC en la cuenca del Mediterráneo se desarrolla la minería y metalurgia que deja al futuro conquistador romano economías con empresas metalúrgicas prósperas. Con el tiempo, la extracción en minas cada vez más profundas se tornó más difícil y costosa, pese al trabajo de esclavos por lo que la producción se limita a las necesidades de la guerra hasta el siglo II de nuestra era. La posterior caída del Imperio Romano y la conquista y control de Europa por las tribus y hordas germánicas y asiáticas limita el desarrollo de la metalurgia a artesanías de fabricación de cascos y armaduras. Recién en el siglo XV se produce el invento de los hornos conocidos como “Stückofen” en Harz, Alemania, permitiendo por primera vez la licuefacción del metal. Este tipo de hornos se hicieron muy comunes en Europa entre los años 1400 al 1500, siendo el hierro fundido utilizado, entre otras cosa a partir del descubrimiento de la pólvora, en la fabricación de las armas de fuego y especialmente, en la fundición de los cañones. En el siglo XVII se reconoce el acero Blister, en Suecia, que no es propiamente un acero en la forma en que se define hoy sino, más bien, hierro forjado carburizado. A fines del siglo XVII se producen en Europa principalmente el hierro forjado maleable de la forja Catalana y el más tenaz acero alemán (Hartz).
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