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La historia de Roma es la historia de la ciudad como entidad urbana y la historia de los estados e instituciones de los cuales ha sido capital o sede a lo largo del tiempo. Se puede dividir en prehistoria, Roma Antigua, Roma Medieval, Roma Moderna y Contemporánea; o bien en Roma Antigua, Roma Pontificia y Roma italiana contemporánea.
El período más fecundo de la historia de Roma en términos políticos, económicos, sociales y culturales fue su desarrollo en la Antigüedad. Fue la cabeza de un gran estado imperial y sede de una nación establecida en tres continentes. En su momento de mayor desarrollo el imperio creado por Roma alcanzó los 3,5 millones de kilómetros cuadrados y unos 70 millones de habitantes, entre ciudadanos y no ciudadanos. Roma fue, y sigue siendo, una de las ciudades más importantes de la historia. Se le ha llamado la «Ciudad Eterna». Roma, junto a Grecia, ha sido la madre cultural de las modernas nacionalidades occidentales.
La historia posterior de Roma, sea en la Edad Media y en las épocas sucesivas, presenta un carácter más bien comunal, localista, y está casi siempre ligada a la historia del Pontificado, la de Italia y la de pueblos, reinos e imperios que intentaron (lo hicieron en ocasiones) ejercer dominio sobre la ciudad.
Con casi 3000 años de historia, la ciudad es un buen ejemplo del desarrollo cíclico que puede tener una entidad urbana: un desarrollo geográfico y demográfico hasta el límite de lo posible (Roma Antigua), el estancamiento y el declive hasta casi desaparecer (Edad Media), y un nuevo desarrollo (Edades Moderna y Contemporánea). Pocas ciudades han tenido tal evolución y jugado a la vez un rol tan importante en la Historia universal, ya sea como crisol de civilizaciones o sede de importantes movimientos artísticos y de instituciones, tanto civiles como religiosas. La persistencia de esta ciudad y de su población, en medio de tantos avatares históricos, constituye el hecho destacado.
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Al igual que en otros pueblos del pasado, los líderes políticos romanos llevaron a cabo acciones puntuales de ayuda a sus ciudadanos. Por lo general solían ser repartición de alimentos en tiempos de hambruna, guerra o catástrofe natural. No obstante, fue el tribuno (representante popular), Gaius Gracchus (imagen) quien introdujo la práctica como Gaius Gracchuspolítica estatal.
En el año 123 a. de C. Gracchus dictó la Lex frumentariae, que en un principio, obligaba al estado a vender grano a un precio subsidiado. Cualquiera podía acceder a las ayudas, sólo hacía falta formarse en la fila. Lo único que detenía a los más ricos era la vergüenza de ser vistos en dichas colas
Con el tiempo, la medida se convirtió en un instrumento político con muchas variaciones. Algunos mandatarios, por ejemplo, repartieron el alimento gratuitamente para ganarse el apoyo del pueblo. Otros trataron de limitarlo, considerando el enorme estrés que el gasto producía en los presupuestos.