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una noche donde una niña fue de campamento vio un mostruo jijiji
ansammy1203:
jojo
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(Maria es la madrastra del padre del niño)
Sentía mi corazón palpitar. Siento que está ahí. Papá está afuera, pisando a un conejillo y Maria esta en su habitación, cosiendo a mi muñeco. ¡Pero ahí está! La veo claramente, vestida con ese vestido de terciopelo carmesí que papá le regalo en Año Nuevo, esas largas zapatillas, se ve tan delgada, más de lo normal, veo sus costillas sobresalir de su tórax. Ha estado actuando sumamente extraño, he visto que papá ha estado herido. Y no es el trabajo que ejerció como soldado en Stalingrado hace dos días, no es así. Son heridas recientes. Oí la otra vez que Maria quería quedarse con nuestra custodia (de mis hermanos y mía) si se llegaban a separar. Papá lo rechazó. Y ya no sé siquiera que pensar. Siento la madera de la pared, también astillas que sobresalen demasiado, el piso tiembla debajo de mi.
—Oye...
Me toma de los hombros y me muestra el muñeco arreglado, uno de los botones que remplazan sus ojos está mal colocado, y tejió una tela donde salía el algodón.
—Lo arregle, ¿ves?
Asiento. Ahora no hay nada más que silencio. Me ve. Sonríe. Tomo el muñeco, huele a lavanda.
—¿que haces tan despierto a estas horas, querido? Vamos, ve a la camita.
Sentía mi corazón palpitar. Siento que está ahí. Papá está afuera, pisando a un conejillo y Maria esta en su habitación, cosiendo a mi muñeco. ¡Pero ahí está! La veo claramente, vestida con ese vestido de terciopelo carmesí que papá le regalo en Año Nuevo, esas largas zapatillas, se ve tan delgada, más de lo normal, veo sus costillas sobresalir de su tórax. Ha estado actuando sumamente extraño, he visto que papá ha estado herido. Y no es el trabajo que ejerció como soldado en Stalingrado hace dos días, no es así. Son heridas recientes. Oí la otra vez que Maria quería quedarse con nuestra custodia (de mis hermanos y mía) si se llegaban a separar. Papá lo rechazó. Y ya no sé siquiera que pensar. Siento la madera de la pared, también astillas que sobresalen demasiado, el piso tiembla debajo de mi.
—Oye...
Me toma de los hombros y me muestra el muñeco arreglado, uno de los botones que remplazan sus ojos está mal colocado, y tejió una tela donde salía el algodón.
—Lo arregle, ¿ves?
Asiento. Ahora no hay nada más que silencio. Me ve. Sonríe. Tomo el muñeco, huele a lavanda.
—¿que haces tan despierto a estas horas, querido? Vamos, ve a la camita.
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