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CONCLUSIONES
1. La dimensión social de lo humano debe ser subrayada en el actual mundo académico. Con ello se enriquece la comprensión antropológica de un sujeto que es social desde que es engendrado. La familia es el lugar desde donde se entiende la diacronía como una parte constitutiva de nuestra realidad. En esta institución se gesta el ser humano y es ahí donde se establecen los rasgos constitutivos que nos identifican como tales: fraternidad, solidaridad intergeneracional, amor. No obstante, la familia presenta en la actualidad graves disfunciones que es necesario corregir en orden a restablecer una adecuada salud social; estas que nos remiten a una serie de criterios morales de excelencia.
2. La filiación es un dato social humano que nos identifica a todos sin excepción como miembros del género humano. Tal realidad nos permite un diálogo intergeneracional que nos faculta para desarrollar el afecto y la protección, cualidades específicamente humanas. La presencia de la violencia en el seno familiar es algo extraño a su naturaleza, pues de ella se espera la protección y la seguridad. Por ello el aborto se presenta como una de las graves disfunciones sociales en la actualidad, y como una realidad contradictoria en términos conceptuales.
3. La verdadera defensa de la salud social y de la familia se libra en el terreno de las ideas y esta merece ser librada con rigor y valor. Es necesario huir de los eufemismos en un primer momento y debatir sobre la realidad veladamente para que esta pueda ser digerida. Acostumbrarnos al eufemismo o a la mala praxis conceptual significa abrir la puerta a justificar realidades injustificables y, peor aún, acostumbrarnos a ellas como sociedad. Con ello queremos decir que la cuestión del aborto y la permisividad a la hora de eliminar los vínculos de filiación nos conducen a una progresiva deshumanización. Nos estamos acostumbrando a una vida en sociedad cada vez más cosmética y líquida, pero porque hemos permitido que se desvirtúe el concepto que señala la realidad o la disfraza.
4. El abortismo como ideología es profundamente antisocial y se hace necesario hacerle frente en el plano de las ideas. Por tanto, pretendemos generar renovadas sinergias de opinión a favor de la dignidad de la vida humana y abogamos para que cada vez sean más los actores que se sumen a esta defensa. La gran desigualdad social en la actualidad se sitúa entre los que son y los que no son en el plano vital. Por ello, edificar una sociedad sensible a las crecientes injusticias es uno de nuestros mayores logros como intelectuales.
5. Tenemos a nuestro favor la fuerza y belleza de la verdad que se abren camino, aunque la corrección política y los modernos medios de comunicación social se impongan y ejerzan una presión a la que no resulta fácil sustraerse. El avance social está en la búsqueda de la virtud, no exclusivamente del progreso material y el desarrollo de la técnica, por lo que tenemos la misión de ganar el futuro a nuestros hijos y de establecer cauces de dignidad hacia una sociedad mejor. La tarea ha de centrarse en la eliminación de toda violencia y en el intento de neutralizar el hecho de que alguien tenga potestad para decidir sobre la vida de un tercero.
6. Hacemos un llamado a los tribunales internacionales para que se sumen a este noble ideal de la defensa de los más débiles. Somos conscientes de que la sociedad es sensible a las injusticias que crecen día a día, y alzamos la voz para que la realidad del aborto sea tenida como una de las más graves. Del mismo modo, todas y cada una de las universidades deberían tener como el primero de sus objetivos la defensa de la dignidad de la vida humana en todas sus fases. La salud que como sociedad buscamos se basa en estas premisas y la búsqueda de una sociedad más humana se establece sobre la defensa de aquellos que no pueden defenderse por sí mismos.
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