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Respuesta:
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Explicación:
“Yo te lo diré”, exclamó el duende con alegría, pues finalmente alguien le había tratado con respeto y consideración. Tras una breve explicación, el príncipe entendió todo lo que tenía que hacer y se puso en marcha nuevamente. Así anduvo dos o tres horas caminando hasta llegar a un castillo embrujado en lo más profundo del bosque.
A la entrada de aquel castillo, existían dos leones enormes y feroces, pero el príncipe no tuvo miedo, pues el duende le había dado una varita mágica y dos panes. Con la varita mágica, el chico pudo abrir la puerta principal del palacio, mientras que los panes sirvieron para entretener a los leones.
Antes de entrar al lugar, el príncipe recordó entonces las palabras del duende: “A las doce de la noche, las puertas del castillo se cerrarán y quedarás atrapado para siempre. Date prisa y no demores en salir”. Y así lo hizo el valiente joven.
Tras atravesar un largo pasillo, el príncipe pudo encontrar finalmente la fuente del agua mágica, y sin tiempo que perder, recogió un poco de aquella agua en un frasco de cristal y se dispuso a salir del lugar a toda velocidad. Sin embargo, en ese momento, se apareció ante los ojos del chico una hermosa muchacha de cabellos rubios como el oro.
“Gracias por venir a rescatarme. Llevo mucho tiempo en este lugar hechizado y pensé que jamás podría salir. Sé que no tienes tiempo, pero si vienes antes de un año, me convertiré en tu esposa”, y dicho aquello, el príncipe no tuvo más remedio que apurarse para salir del castillo, no sin antes prometerle a aquella muchacha que regresaría a buscarla lo más pronto posible.
Camino de regreso, el príncipe se topó nuevamente con el duende, a quien agradeció por su gran ayuda y le pidió de favor que trajera de vuelta a sus hermanos. Como el duende no era un duende malo, liberó a los dos príncipes mayores, y regresaron los tres hijos para encontrarse con su padre.
En poco tiempo, el rey se recuperó completamente, y para celebrar su sanación, convocó a un gran banquete. Sin embargo, el más pequeño de los príncipes se mostraba triste y pensativo. No había podido olvidar a aquella hermosa muchacha del castillo encantado.
Cuando su padre le preguntó, el más pequeño de los príncipes les contó toda la historia, pero como sus hermanos eran muy envidiosos, se adelantaron para rescatar a la princesa. De esta manera, los jovenzuelos llegaron al castillo embrujado, donde la hermosa muchacha había colocado una larga alfombra de oro a la entrada, advirtiéndole además a los guardias que no dejaran pasar a nadie que no caminara por el centro de dicha alfombra.
El más grande de los hermanos, cuando se dispuso a entrar al castillo, no quiso estropear la alfombra de oro y decidió caminar por el borde del pasillo, pero los guardias le negaron la entrada al momento. El príncipe mediano también quiso probar suerte, pero al ver la alfombra de oro pensó que sería mejor entrar al castillo por otra puerta, y también le negaron la entrada.
Finalmente, llegó el más pequeño de los hijos del rey, y al ver la princesa a lo lejos, no pudo contener su alegría y atravesó todo el castillo sin darse cuenta de la alfombra de oro que descansaba sobre el piso. Así, quedó demostrado una vez más que el amor triunfa por encima de todo lo demás, y por supuesto, los dos jóvenes se casaron tan pronto llegaron al reino, y fueron muy felices para toda la vida