Realice un resumen de 1 página sobre la introducción al libro del Génesis de la biblia latinoamericana (página 17 0 18 de la biblia)
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Mientras más avanzamos en la vida, más nos interesamos por descubrir nuestras raíces: ¿dónde vivían nuestros antepasados? ¿Cómo se conocieron nuestros padres? ¿Qué inspiró nuestras primeras decisiones? De igual modo todos los pueblos han tratado de reconstruir su pasado. Si bien querían salvarlo del olvido, mucho más querían encontrar en el pasado la confirmación de aquello en que creían; narrar su historia era, pues, una manera de afirmar su propia identidad en medio de tantos pueblos grandes o pequeños que los rodeaban.
Y esto es precisamente lo que está en el corazón del Génesis, un libro que se fue haciendo por partes a lo largo de varios siglos. Tomó su forma definitiva en el siglo V antes de Cristo, cuando el pueblo judío, que había regresado del Exilio en Babilonia, fijó de manera definitiva la expresión de su fe.
Génesis quiere decir Comienzo. No buscaremos en los primeros capítulos un documento sobre los orígenes del universo o sobre un pecado que habría cometido el primer hombre. Pero desde las primeras páginas nos vamos a topar, en forma de imágenes, con todo lo que es importante para nosotros.
¿Quién escribió el Génesis?
No hubo uno sino varios autores. No olvidemos que el pueblo de la Biblia se fue constituyendo poco a poco, por la aglomeración de tribus nómadas que no sabían leer ni escribir. Traían consigo el recuerdo de sus antepasados y de señales que Dios había realizado en su favor; sus tradiciones se transmitían oralmente.
Cuando esas tribus se establecieron en Palestina, fueron entrando poco a poco en una nueva cultura, la de la escritura. Alrededor del rey y de sus funcionarios, los escribas fijaban por escrito las leyes y las creencias de su reino. Así fue como en la época del rey Salomón (siglo X antes de Cristo), un escritor desconocido, al que se acostumbra llamar el Yavista, compuso una primera historia del pueblo de Dios.
En el primer capítulo del Génesis dijo Dios, y es la creación.
En el capítulo 9, de nuevo dijo Dios, y es para dar su bendición a toda la humanidad.
En el capítulo 12, dijo Dios por tercera vez, y es el comienzo del pueblo de Dios. Son tres pasos de muy desigual extensión de la Biblia, ya que la revelación hecha al pueblo de Dios va a ocupar gran parte de ésta. Lo que en ella leeremos interesa en realidad a toda la humanidad, pero será lo que Dios ha dicho y hecho con su pueblo en particular.
Dijo Dios y su palabra creó el universo con sus leyes físicas. La Biblia nos recordará que esas leyes son estables para siempre. Pero también nos dirá que el universo está siempre a disposición de Dios y que obedece a su Palabra. Decir que Dios puso el piloto automático para dirigir al mundo, es en parte verdad, pues no da golpes de timón a cada momento. Pero nos estaríamos saliendo de la revelación bíblica si dijéramos que Dios lo determinó todo desde un principio y que por lo tanto no puede hacer intervenir cuándo quiera fuerzas superiores que interfieren con aquéllas o las ponen entre paréntesis (desde nuestro punto de vista). Se dice que Dios descansó de sus obras al séptimo día (Gén 2,4), pero lo contrario tiene también su verdad: «El Padre todavía está trabajando» (Jn 5,17). Dios no cesa de expresarse a sí mismo a través de sus obras, y la creación, de continuar viviendo y existiendo en él. Las leyes de la naturaleza son la sombra de una justicia superior que está en Dios, pero en la naturaleza hay mucho más que leyes físicas, comenzando por su riqueza y esplendor. Su constante creatividad, que es una de sus más misteriosas capacidades, es un reflejo de la libre creatividad de Dios, que no está nunca encadenada.
Esto es más que suficiente para hacer saltar a todos los que toman por verdad absoluta a determinados postulados de la razón, como por ejemplo, que las leyes son inflexibles y que nada existe fuera de lo que puede ser medido. Sin esos postulados no habría investigación científica, pero eso no significa que expresen toda la realidad del mundo, ni siquiera lo esencial. Y sin embargo es justamente ese prejuicio lo que impide a muchos cristianos admitir cualquier tipo de intervención de Dios en el orden habitual del mundo. De entrada se negarán a admitir en el Evangelio la multiplicación de los panes, la virginidad de María, la Transfiguración... o les harán decir a los textos lo contrario de lo que dicen. Rechazarán todos los testimonios actuales de los que han experimentado semejantes intervenciones soberanas de Dios. Luego negarán cualquier intervención directa de Dios en nuestro mundo interior, y muy lógicamente se negará que la oración tenga algún sentido. Ese racionalismo inspirará muchos libros y discusiones, pero al fin y al cabo es estéril. Jamás hará que brote la fe y nunca dará la alegría.
El «dijo Dios» de la historia de Noé también tiene un profundo sentido.