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Los cambios sociales de escala masiva con los que el siglo XX ha dado paso al XXI han escrito por sí solos el prefacio de este libro. A ellos se debe que buena parte del mundo haya empezado una inesperada transformación.
Al menos durante ciento cincuenta años, muchas sociedades se han visto atrapadas en un malhumorado debate acerca de los sistemas de mercado. Hoy tenemos la oportunidad de pensar en esos sistemas de una forma más clara y desapasionada, lo cual se debe a que los ideólogos del mercado se han dado cuenta de que hay poco que temer del comunismo, por lo que, consecuentemente, pueden permitirse abandonar sus barricadas ideológicas y hablar seriamente del mercado y sus problemas. Por otra parte, los ideólogos socialistas se han dado cuenta de que aspirar a una sociedad mejor no es suficiente: han de enfrentarse a las complejidades de construirla. Ahora bien, incluso con esos datos a favor, no será fácil debatir coherentemente sobre el mercado … Por ello, uno no encuentra un amplio intercambio intelectual acerca del sistema de mercado entre los economistas, quienes en su mayoría lo admiran, y aquellos otros académicos de campos como la historia, la literatura y la filosofía que, como el filósofo y sociólogo Jürgen Habermas, enjuician con dureza las consecuencias de un sistema de mercado para valores como la libertad, la racionalidad y la moralidad.
¿Qué es un sistema de mercado?
En primer lugar, necesitamos trazar una distinción entre sistema de mercado y mercado. Si bien no todas las sociedades adoptan o contienen un sistema de mercado, todas las sociedades existentes hacen uso de los mercados. Paseando por una calle ya fuera en la China maoísta o en la Unión Soviética, cualquier distraído visitante habría visto mercados de bienes de consumo y de servicios como los de peluquería o de reparación de bicicletas. Y es que, efectivamente, dondequiera que la gente paga de modo usual a otra gente para que haga algo —sea cantar una canción o cavar para extraer carbón— esos intercambios constituyen mercados.