problema de tolerancia en nuestro país

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Respuesta dada por: valentinasavaldoruwu
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riginalmente, la tolerancia significaba soportar algo, no a alguien. Era una suerte de valentía pasiva manifestada en la capacidad de aguantar pacientemente experiencias desagradables, tales como los males y los dolores, los tormentos o los golpes del destino. Solo más tarde la tolerancia dejó de significar aquello, para ser entendida como el soportar al forastero, principalmente a aquel que profesa otra religión o tiene otras creencias. La tolerancia, originalmente de carácter ético-individualista, se transforma luego en una virtud ético-social.

Este cambio se ha dado en dos niveles. El primero es elemental –realmente, solo preliminar– y se llama tolerancia pasiva. Esta se conforma de una indulgencia que no pocas veces se emparenta con el menosprecio. El segundo, complementario del primero y único verdaderamente genuino, está representado por la activa y auténtica tolerancia. Esta no toma en consideración el pensamiento y la vida del otro de mala gana, sino que, por el contrario, supera el simple "dejar hacer" y afirma voluntariamente el derecho a la vida, a la libertad e, incluso, el deseo de realización del extranjero.

Las comunidades son tolerantes en un sentido débil y pasivo cuando solo soportan a sus minorías. Son tolerantes en un sentido fuerte y activo, por el contrario, cuando, como en una democracia liberal estándar, proveen y garantizan protección pública y jurídica a sus minorías. Pero, naturalmente, la tolerancia de una sociedad tiene que abarcar muchas otras cosas. Una tolerancia social que va más allá de la dimensión política renuncia a toda expresión de conformismo, incluso acepta formas de vida excéntricas, siempre que estas estén libres de violencia o, mejor aun, que sean pacíficas. Y esto debido a que el respeto mutuo no se puede basar en un cínico nihilismo que simplemente permite cualquier cosa, tanto aquellos modos de vida con los cuales se destruye la personalidad, como las acciones y leyes que resultan injustas para los otros, o las relaciones sociales que privan de iguales oportunidades a buena parte de la población –mujeres, personas de color, etc.–. De igual modo, la tolerancia no puede aceptar a aquellas religiones que no soportan a ninguna otra a su lado.

La más alta, la tolerancia auténtica, no es una hoja de parra detrás de la cual se esconda una indiferencia moral. Ella se basa en la conciencia del valor propio, en la autoestima: en el sentimiento del valor propio e incluso en el autorrespeto. Ya sea si nos referimos a los individuos –tolerancia personal–, a las comunidades –tolerancia política– o a las culturas y sociedades –tolerancia social–, quien es tolerante no ve al otro como adversario o enemigo. En lugar de dirigirse a él con violencia o tratar de exterminarlo, busca la cooperación mutua sobre la base de la igualdad y el entendimiento.

De acuerdo con este concepto de tolerancia, se puede establecer una jerarquía entre las culturas y religiones. Evidentemente, ni las culturas son valoradas según sus cualidades culturales, ni las religiones según sus cualidades religiosas. La jerarquía se mide únicamente por su disposición, alimentada por la tolerancia, hacia la coexistencia intercultural. 1. En un extremo, tenemos a aquellas culturas que, como los habitantes de la selva virgen y otras poblaciones nativas, parecen desamparadas frente a las actuales tendencias dominantes, con serias dificultades para mantenerse en su particularidad; quien no deja –casi– completamente solas a estas culturas, las expone a su ruina. 2. Otras culturas, como los menonitas o el pueblo de los amish, son defensivas. Ellas están satisfechas consigo mismas y, mientras los demás las dejen en paz, son capaces de encerrarse sobre sí y protegerse del exterior. 3. Las culturas de la reciprocidad viven en un mutuo dar y tomar. 4. Las culturas pacífico-expansivas dan a las otras mucho más de lo que toman. Pero de ninguna manera ejercen algún tipo de coacción sobre ellas; conforme a la máxima "vengan y vean", ellas se basan exclusivamente en una sugestión pacífica. 5. Las culturas que practican un resentimiento agresivo no tratan de imponer a los demás sus particularidades, pero no por eso eliminan la violencia. No pocas veces este tipo de culturas reacciona frente a las demás y frente a los otros con odio; la violencia hacia sí mismas se transforma en violencia hacia los demás. 6. Finalmente, hay también culturas agresivo-expansivas, las cuales imponen sus propios rasgos a las otras, no solo la propia religión, como ocurría antes, sino también, por ejemplo, la propia lengua, el derecho y las costumbres, e incluso su cultura empresarial.

:vdame coronita

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