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La convocatoria y la subsiguiente predicación de la primera cruzada inspiró un creciente antisemitismo entre las poblaciones cristianas europeas. En algunas partes de Francia y Alemania, los judíos eran percibidos como enemigos equivalentes a los musulmanes. Además, sobre la base de afirmaciones de los Evangelios, se les hacía responsables por la crucifixión de Cristo y eran mucho más visibles para la población que los distantes musulmanes. La predicación de la primera cruzada hizo que muchos cristianos se preguntaran por qué debían viajar cientos de kilómetros para luchar contra los no creyentes, si ya tenían grupos de ellos viviendo cerca de sus hogares. También es posible que los cruzados se vieran motivados por su necesidad de dinero. Las comunidades judías de Renania eran relativamente ricas, en parte debido a su aislamiento y en parte porque, al contrario que las comunidades cristianas, podían dedicarse legalmente al negocio del préstamo de dinero.
No había ocurrido un evento de estas características que involucrara a cristianos contra judíos desde las expulsiones y conversiones obligadas de judíos del siglo VII. Sí que se habían producido algunas persecuciones de carácter regional, como la acaecida en Metz en 888, o en Limoges en 992. También se había dado una persecución en los hechos que ocurrieron en el año 1000 como consecuencia de la llegada del primer milenio, momento en que los cristianos creían que Cristo debía descender de los cielos, y una amenaza de expulsión de Tréveris en 1066. Todos estos acontecimientos se enmarcan más en cuestiones gubernamentales o de regulación, y no tanto como ataques populares deliberados.1Incluso se había dado el caso de movimientos contra los judíos, como las conversiones forzosas de Roberto II de Francia, Ricardo II de Normandía y Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico, que habían sido frenados por el papado o por los obispos católicos.1Sin embargo, la llamada de Urbano II a la primera cruzada supuso un nuevo capítulo en las persecuciones de los judíos, en donde las anteriores características ya no se mantuvieron. Sigeberto de Gembloux, por ejemplo, escribió que antes de poder luchar en "una guerra por el Señor" era esencial que los judíos se convirtiesen; y que los que se resistiesen fuesen "desposeídos de sus bienes, masacrados y expulsados de las ciudades".
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