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Respuesta:
La mayor parte de los estudios históricos sobre los ferrocarriles en Europa y los Estados Unidos
tienden a subrayar su fundamental contribución a la ampliación y modernización del sistema de
transporte y, por ende, al crecimiento económico durante la segunda mitad del siglo XIX y principios
del siglo XX. Algunos autores -que hoy en día podríamos calificar como tradicionales- sostenían
inclusive que el ferrocarril se constituyó en el eje más destacado del desarrollo capitalista
decimon6nico, de la misma forma que el sector automotriz se colocaría en el centro del proceso de
transformación económica durante una parte significativa del siglo XX.
Esta era claramente la posición del conocido investigador, Walt Rostow, quien llegó a afirmar
que: "el ferrocarril ha sido históricamente el factor individual más importante en la promoción del
despegue industrial." En ello también coincidían autores de la época tan conocidos como Schumpeter
en su famoso estudio de los ciclos del capitalismo, o Gerschenkron en sus trabajos sobre las razones
del atraso en los países de la periferia europea. Para estos científicos sociales (entre otros muchos que
tenían una opinión similar) era manifiesto que el ferrocarril había contribuido, en primer término, a
disminuir los costes de transporte y a ampliar la esfera de la circulación, contribuyendo decisivamente
a la creación de mercados regionales y nacionales. Asimismo este nuevo sistema de transporte habría
sido prerequisito en el despegue de ciertos sectores de la agricultura y minería. El ferrocarril también
había contribuido a estimular industrias pesadas claves, la industria del hierro, la metalurgia y la
ingeniería mecánica, de forma que los ciclos de construcción ferroviaria influían de manera decisiva -de
acuerdo con Schumpeter- en los ciclos más generales de la economía. Por último, la creación de las
sociedades anónimas ferroviarias habría constituido un elemento clave en el siglo XIX en la promoción
y desarrollo de los mercados de capitales en Europa y los Estados Unidos.
No obstante, y a pesar de la abundantísima literatura que avalaba estos enfoques argumentando
que el ferrocarril había operado como "locomotora" de las economías durante la segunda mitad del
siglo XIX, comenzaron a aparecer nuevas corrientes de análisis critico a principios del decenio de
1960, siendo realizados por una serie de noveles historiadores económicos quienes sostenían que no
era absolutamente indiscutible la preponderancia de los ferrocarriles en el desarrollo capitalista
decimónico. Así autores como Robert Fogel o Albert Fishlow, entre otros, comenzaron a modificar
y matizar nuestra visión de la relación entre ferrocarriles, economía y sociedad, introduciendo
argumentos "contrafactuales" que darían pie al surgimiento de lo que se vino en conocer como "la
nueva historia económica," escuela que cobró una especial fuerza en los médicos académicos
norteamericanos, para luego difundirse lenta pero ampliamente.
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