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1- Cantuña y su pacto con el diablo. Cuenta una leyenda que Cantuña un indígena constructor famoso y descendiente directo del gran guerrero Rumiñahui.
Los padres franciscanos le encargan la gran tarea construir un atrio para una iglesia en Quito conocida como iglesia de San Francisco, la paga era considerable, pero tenía que cumplir en plazo de seis meses, caso contrario no le pagarían nada.
Cantuña al ver que el plazo llegaba a su fin, y la obra no estaba concluida porque el trabajo no era nada fácil .
El demonio se presentó ofreciendo realizar un pacto con las siguientes condiciones Cantuña le entregaría su alma como pago. Cantuña aceptó, y miles de pequeños diablillos empezaron a trabajar en cuanto la obscuridad cayó en la ciudad.
De pronto Cantuña se dio cuenta de la rapidez con que trabajaban y que su alma estaría destinada a sufrir castigos por toda la eternidad, así que decidió engañar al demonio.
Cantuña tomó la última piedra de la construcción y la escondió, cuando el Diablo creyó que había terminado la obra en el plazo establecido se acercó a Cantuña para tomar su alma pero Cantuña le dijo ¡El trato ha sido incumplido.
Lucifer, asombrado, vio como un simple mortal lo había engañado. Así, Cantuña salvó su alma y el diablo, sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin llevarse su paga.
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Leyendas del Oriente ecuatoriano:
Kuartam el sapo:
Esta leyenda cuenta la historia de un cazador de la cultura Shuar que se internó en el bosque. La esposa le había advertido que no se burlara del sonido que emitiera un sapo si se lo llegara a encontrar. Es así como el cazador en su rutina se encontró con el particular sapo y su sonido y no tardó en imitarlo en forma de burla. El sapo molesto llegó a transformarse en un puma y se comió parte del cuerpo del cazador.
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Nunkui y la yuca:
Cuenta la leyenda que el pueblo Shuar había consumido todos los recursos de la llanura donde habitaban. Es así como, Nunkui, la madre tierra, llegó a ofrecer de regalo a esta comunidad a su hija. La madre tierra también les advirtió, que si podían cuidar de ella, les iba a proveer de alimentos de toda clase, pero caso contrario el pueblo volvería a padecer hambre.
El pueblo Shuar aceptó y recibieron una gran cantidad de alimentos, todos a su disposición,
Leyendas de la Sierra ecuatoriana:
Cantuña y su pacto con el Diablo:
Cantuña era un conocido indígena en su pueblo, que vivió en la época colonial, y al que le fue encomendada la construcción del atrio de la Iglesia de San Francisco en Quito, y el indígena acordó con los franciscanos terminarla en seis meses. La bonificación económica por dicha labor era muy buena, pero Cantuña no logró cumplir con el plazo acordado.
Es así como Cantuña a dos días antes de vencerse el término, toma la decisión de vender su alma al Diablo a cambio de que este terminara la edificación del atrio y pusiera todas las piedras necesarias antes de que salieran los rayos del sol del siguiente día. El Diablo aceptó dicho trato y de esa forma envió a varios demonios del Infierno a trabajar en la obra y así poder llevarse el alma del indígena.
No obstante, Cantuña cuando vio que la obra en la iglesia estaba casi terminada elaboró un plan para no perder su alma.
Al día siguiente el Diablo tomó la piedra entre sus manos y al mirar el mensaje tallado, de forma inmediata ordenó a su séquito de demonios regresar al infierno.
La doncella de Pumapungo:
La localidad conocida como Pumapungo está localizada en la ciudad de Cuenca, y que en siglos pasados representó el destino preferido para descansar por parte de los emperadores incas, en la actualidad se pueden divisar las ruinas de edificaciones realizadas en la época precolombina. Respecto a dichas ruinas se cuenta de que existía en este lugar una fuente sagrada, la cual era de uso exclusivo del emperador inca.
De igual manera el emperador inca era atendido por unas doncellas conocidas como “las Vírgenes del Sol”. Estas mujeres eran educadas y criadas desde pequeñas para que aprendieran diferentes artes y habilidades, con el objetivo de entretener al emperador inca. Una de esas “Vírgenes del Sol” se llamaba Nina y residía en Pumapungo.
Una vez que el emperador se entera del romance manda a ejecutar al sacerdote y prohibió que se lo comunicaran a Nina.
Leyendas de la Costa ecuatoriana:
La princesa triste de Santa Ana:
En la zona que en la actualidad se conoce como Guayaquil, vivió un rey que poseía una gran riqueza dentro de sus fortalezas. Este rey tenía una hija que cayó enferma y no había una cura para el mal que padecía. Un buen día apareció un hechicero ante el monarca y este le ofreció una curar a su hija, pero a cambio el rey debía entregar toda su fortuna. El rey rechazó esta propuesta, y ante su negativa un hechizo fue lanzado sobre todas sus tierras, y así condenó a su pueblo a la desaparición.
Es así que, siglos después los conquistadores españoles al escalar uno de los cerros de esa zona, uno de estos expedicionarios encontró a una hermosa princesa, la cual le brindó dos opciones: la primera era una hermosa ciudad llena de oro y la segunda ser una esposa devota y fiel para él. Este conquistador español eligió la opción que contemplaba la ciudad de oro, ante cuya decisión la princesa decidió lanzar una maldición sobre él. El español comenzó a rezarle a la Virgen de Santa Ana para que lo salvara y la virgen lo rescató.
La Tacona:
Esta leyenda tiene sus orígenes en la ciudad de Esmeraldas, donde se cuenta sobre un fantasma de una hermosa joven que recorre las calles y seduce a los hombres cuando hay luna llena. Es así que, los hombres mueren del susto cuando la joven les revela su espantoso rostro que evidencia un cadáver esquelético. Según encierra la historia, este fantasma de la mujer murió luego de ser violada una noche en un callejón y su espíritu no sabía que había muerto, por lo que decidió regresar a la casa, asearse y maquillarse, además juró frente al espejo que nunca más dejaría que le hicieran daño.
De esta manera el espíritu de la mujer decidió transitar las calles y recorrer los bares con el objetivo de atraer a los hombres malintencionados con su vestido rojo y sus tacones altos. Un día un hombre apuesto invitó a esta mujer a la playa, y ella aceptó.