Respuestas
El mecanismo en este caso sería análogo al de una cadena humana que acarrea cubos de agua para sofocar un incendio: las personas no se mueven mucho de su sitio, pero los cubos sí que lo hacen. Si comunicamos energía al extremo de un objeto sólido, los átomos de ese extremo comienzan a agitarse más velozmente que el resto, pero, poco a poco, esa agitación se va transmitiendo a los átomos vecinos, que son “empujados” por los átomos más “calientes”, de esta forma, la energía se va distribuyendo mediante estos empujones y, pasado un cierto tiempo, la agitación se ha transmitido a todos los átomos del objeto: se ha producido la transmisión de calor. Todos los sólidos conducen el calor, si bien no todos lo hacen con la misma eficacia. En el caso de los metales, que son los mejores conductores del calor, la agitación es muy eficazmente transmitida no por los átomos en sí, sino por los mismos electrones responsables de su buena conductividad eléctrica. Por otra parte, la conductividad de los gases es muy baja, por lo que se utilizan más bien como aislantes del calor (las plumas de nuestro edredón nórdico no tienen más cometido que encerrar una buena cantidad de aire en el interior de la funda). Nuestras sensaciones térmicas al tacto también dependen de la conducción.