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semejanzas
Su origen es común: los dos problemas son el resultado del actual modelo energético. Un modelo basado en la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que emite CO2 y provoca el cambio climático, y genera otros contaminantes como NOx (óxidos de nitrógeno), SOx (óxidos de azufre) y partículas finas que provocan la polución del aire que respiramos. Las emisiones de CO2 provienen en su mayoría de la generación eléctrica, la industria y el transporte; en el caso de la contaminación del aire, el principal factor causante es el tráfico y las calefacciones de carbón en las ciudades, el uso de biomasa (leña, desechos animales…) para cocinar y calentarse en los países menos avanzados y las centrales eléctricas de carbón en zonas como China, Estados Unidos o Centroeuropa.
Tienen un gran impacto negativo en la sociedad: el cambio climático incrementa la temperatura del planeta y provoca frecuentes y graves fenómenos, como sequías e inundaciones, reduce la producción agrícola, es causa de hambrunas. Por su parte, la contaminación del aire afecta muy gravemente a la salud humana (causa más de seis millones de muertes prematuras al año en el mundo y provoca cerca de un cuarto de los cánceres de pulmón, los ataques al corazón y los infartos cerebrales) y genera importantes daños a la economía que se pueden estimar en unos costes directos equivalentes al 0,3% del PIB mundial en gastos sanitarios, pérdida de horas de trabajo y una creciente reducción de la productividad agrícola.
Su efecto a largo plazo se hará mucho más grave: tanto el cambio climático como la contaminación del aire tienen graves impactos hoy, pero sus efectos serán mucho más graves en el futuro inmediato si no se actúa con criterio, celeridad y determinación. El efecto invernadero del CO2 es acumulativo y se mantiene durante al menos 100 años en la atmósfera. Todos los elementos contaminantes que se sigan emitiendo tendrán mayor efecto en los años próximos, se irán acumulando, se irán agravando. Además, el incremento paulatino de la población urbana, la utilización cada vez en mayor número y con mayor intensidad de vehículos contaminantes y el progresivo envejecimiento de la población podría producir consecuencias extraordinariamente graves: la contaminación del aire, si no se le pone remedio a tiempo, podría multiplicarse por cinco en los próximos cincuenta años.
Un modelo energético más sostenible es la solución a largo plazo: y esto pasa de forma inevitable, a nuestro juicio, por la eficiencia energética (hacer lo mismo con menos energía) y por sustitución progresiva de combustibles fósiles por energía sin emisiones, a través fundamentalmente de las energías renovables.
Ambos problemas tienen una clara dimensión ética: los impactos del cambio climático y de la contaminación del aire son socializados: los provocan unos y los sufren otros, los sufre la gran mayoría de la población. Además, en ambos casos, las emisiones están muy relacionadas con las rentas altas pero los que más sufren son las rentas bajas. Por tanto, el problema y su solución tienen un componente ético considerable.
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