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Resumen
Siendo doctor en medicina, Fausto estudió también teología, pero sus ansias por dominar todos los campos del conocimiento de su época le condujeron a conspirar con el diablo, lo cual le llevó inevitablemente a la destrucción.
Al inicio de su carrera descendiente, el doctor Fausto era maestro indiscutible de todas las ramas del saber que se estudiaban en su tiempo. Como médico ya había logrado gran éxito y reconocimiento. Pero después de haber obtenido buena salud para sus clientes, no quedaba ningún reto, excepto la inmortalidad. En cuanto al Derecho, Fausto pensaba que no era nada más que un esquema para hacer dinero. Solamente la divinidad quedaba, pero la teología conducía a un callejón sin salida; y puesto que la recompensa por el pecado era la muerte, y en tanto que ninguna persona podría decirse estar sin pecado, entonces toda la gente pecaba y en consecuencia toda debía perecer.
La necromancia atraía fuertemente al doctor Fausto, considerando que a través de ésta el poder universal estaría a su alcance, el mundo entero bajo sus órdenes, y emperadores a sus pies, de convertirse él en un mago. Llamando a su sirviente, Wagner, le ordenó que convocara a Valdés y Cornelio, quienes le enseñarían sus artes mágicas. El Ángel Bueno y el Ángel malo trataron, cada uno por su lado, de persuadir a Fausto, pero éste no estaba de humor para escuchar al Ángel Bueno. Se regocijaba al considerar el prospecto de obtener oro de la India; perlas de los océanos; sabrosos manjares de sitios distantes; filosofías extrañas que él leería; extraer los secretos de reyes extraños; controlar su patria, Alemania, con sus poderes; reformar el sistema de enseñanza pública, y desarrollar muchos otras acciones fabulosas. Ansioso de adquirir el conocimiento de la magia negra, se retiró a estudiar con Valdés y Cornelio.
El primer acto de magia de Fausto fue convocar a Mefistófeles, al cual le ordenó que cambiara su horrenda apariencia por la de un fraile franciscano. La sumisa obediencia de Mefistófeles le agradó al mago, pero el susodicho demonio le explicó que la magia tenía sus límites en el reino del diablo. También le expresó que él no había aparecido por el llamado que le había hecho, sino que había venido como a cualquier otra persona, porque Fausto había maldecido a Cristo y había adjurado de las Santas Escrituras. Cuandoquiera que una persona está al borde de la condenación, el diablo aparecerá.
Mostrando interés en la naturaleza de Lucifer, Fausto le preguntó a Mefistófeles acerca de su amo, el ángel caído, y acerca de su dominio el infierno. Cautelosamente, Mefistófeles le explicó que los espíritus caídos, habiendo sido desprovistos de las glorias del cielo, encontraban que el mundo entero era el infierno, por lo que le instaba a renunciar a sus planes; pero el doctor renegó de la advertencia asegurando que entregaría su alma a Lucifer si éste le confería veinticuatro años de plácida voluptuosidad, teniéndole a él, Mefistófeles, como su asistente.
Mientras Fausto se complacía en un argumento mental relativo a los méritos de Dios y el diablo, el Ángel Bueno y el Ángel Malo, simbolizando su conflicto interior, se le aparecieron nuevamente, cada uno por su lado tratando de persuadirle; pero el resultado fue que el doctor estaba más definido que nunca a seguir el rumbo que ya había escogido.
Mefistófeles regresó para asegurarle a Fausto que Lucifer estaba de acuerdo con el trato, el cual debía ser sellado con su sangre, hecho lo cual, el doctor le preguntó a su diabólico interlocutor sobre la naturaleza del infierno, a lo que le fue contestado que ese dominio no tenía límites para los condenados. Intoxicado con su nuevo estado, Fausto rechazó cualquier creencia en una vida en el más allá, una existencia de ultratumba, asegurándose a sí mismo que su contrato con Lucifer nunca sería cumplido, pese a las advertencias de Mefistófeles que le explicaba que su presencia era suficiente evidencia de que el averno realmente existía.
Deseando intensamente consumir los frutos de los ofrecimientos del diablo, el doctor Fausto demandó libros que contuvieran información variada sobre el régimen satánico, y cuando el Ángel Bueno y el Ángel Malo acudieron nuevamente, él se dio cuenta de que era ya tarde para arrepentirse.
Fausto viajó extensivamente por todo el mundo, mientras Wagner se asombraba de la rapidez con que su jefe se trasladaba de un sitio a otro. En la ciudad de Roma, el doctor ingresó al palacio papal sin ser visto, pues se había hecho invisible usando su poder mágico, y desconcertó al pontífice quitándole objetos de las manos.
Durante sus horas finales, Fausto conversó con varios colegas que lo habían estimado mucho, y finalmente les reveló el pacto que había hecho con Lucifer. Estando ya solo en el último momento de su existencia, el doctor Fausto expresó una súplica final para ser salvado del tormento que se aproximaba, pero últimamente fue transportado por una compañía de demonios hacia el precipicio de su condenación.