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Defino la bondad como un impulso o necesidad interior de hacer el bien, en cuanto a ejecutar y promover conductas moralmente deseables. Entiendo la relatividad del tema dadas las diferencias multiculturales, pero confío en que muchos encontrarán fácil apoyar la tolerancia amorosa a los más débiles, como enfermos, abandonados, niños y ancianos, y reprobarán la tortura física y mental, así como la barbarie que representa, por ejemplo, la ablación genital que se practica hoy a millones de niñas indefensas en numerosas poblaciones del mundo, especialmente en el continente africano.
Sostengo que hay una capacidad espiritual en cada persona que le permite discernir lo que es aceptable y lo que no para la vida y la dignidad humana.
La gente de tendencia bondadosa tiende a mostrar sincera una disposición de crear bienestar para los demás, ya sea porque esa es su condición innata o lo aprendió en un procedo de formación educativa formal o no, en valores morales o espirituales como: la tolerancia, la empatía, la compasión o la solidaridad.
¿Por qué ser bondadosos? Podemos ser bondadosos por temor a un castigo, por deseo de recompensa, por sentimiento de culpa o por el placer de dar. Las personas amorosas tienden a tener mejor salud, mejores relaciones y una más fuerte influencia social.
Es importante resaltar que actuar con bondad, no implica ser un tonto o aceptar abusos. No. Incluso personajes como Gandhi o Mandela, con mensajes sobre tolerancia, amor e igualdad, mostraron que se puede ser amoroso y firme a la vez. Tal como lo dijo Antonio Machado: “Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien”.
Usted puede formar parte del grupo de hombres y mujeres que no nos hemos dejado intoxicar por el odio político, la competitividad social o el temor de no ser vistos como especiales. Pregúntese si serían o no mucho mejores su relación de pareja, su trabajo y su vida en general, con un poco de amor, de generosidad, de bondad. De ser así, hay mucho que puede comenzar a hacer.
No se deje envenenar. Tome la decisión de no dejarse intoxicar por el egoísmo y el odio.
Pregúntese cómo puedo ayudar. Descubrirá que hay grupos, fundaciones y proyectos en los que puede prestar ayuda voluntaria.
Tome la iniciativa. No espere ver frutos donde no ha colocado semillas. De un primer paso, llame, vaya, póngase a disposición.
Cuídese del ego. Todo lo que haga de bueno, el ego querrá tomarlo para hacerlo sentir superior, especial o mejor. Ante ese síntoma, recuerde que se trata de actos de dar, no de recibir. Actúe, y comparta estas ideas, sin obligar a los demás, sin creerse indispensable o superior.
De un paso a la vez. No se ilusione con cambiar al mundo. Basta con que colabore en un cambio pequeño en su área de influencia. La suma de millones de buenas obras es lo que marcará la diferencia.
Persevere. Es fácil desanimarse cuando se encuentran obstáculos en las intenciones de ayudar, cuando personas muy afectadas por sus penas bloquean nuestras mejores intenciones. Es allí cuando debemos mostrar voluntad y recordar las palabras del poeta inglés Robert Browning: La culpa la tiene sólo el tiempo. Todos los hombres se tornan buenos, pero ¡tan despacio.”
Finalmente, muy pronto descubrirá que las compensaciones emocionales de hacer el bien son extraordinarias. Y aunque algunos puedan no dar valor a sus contribuciones, los resultados hablarán por usted.
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la bondad no tiene precio es algo que tu debes decidir, la bondad es algo bonito bar y no esperar nada a cambio