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te dare 27
lamentos mil que después de flotar por el aire, como espectros de insectos o almas de mariposas muertas, iban a posarse aquí y allá, sobre la ropa, el cabello y la nariz de las personas.
La juvenil mariposa, al llegar a los dieciocho años, estaba totalmente transfigurada.
Las libélulas y las inquietas mariposas revoloteaban en torno, y las avispas y las abejas zumbaban buscando miel.
Parecía escapar como una crisálida convertida en mariposa inmaterial, que volara por un mundo irremisiblemente perdido para su corazón.
EUMORFO.--Tampoco me resigno yo a ser una mariposa ininteligente, sobre todo cuando por amor tuyo me había puesto ya a estudiar filosofía.
Intentó enternecer a la Mariposa hablándola de su futuro hijo, de aquel pequeñín, que sería como una extraordinaria prolongación de la existencia de la anciana. ¡
Y apenas lo hube pensado y deseado, acudió la mariposa más gentil y juguetona que he visto en mi vida; y revoloteando en torno de la rosa, se posó en su seno, sin ladear apenas el flexible tallo, y libó la miel del cáliz de oro.
MAS QUE TODO, MI CRUZ... Hay un amor oculto en cada cosa y en cada cosa una sutil tristeza, lo mismo en una rosa --vaso que Abril llenó de su belleza-- que en la fina y voluble mariposa de lírica hermosura, que, al posarse temblando en tu cabeza, surmonta su locura a tu locura.
Cuenta la historia que así como Híala y Encirnún salieron de aquellas intrincadas calles de rosales y verduras encontraron en un prado sobre una flor la mariposa más extremada en hermosura, así por sus colores como por la brillantez de sus penachos.
Sobre toda esta vegetación que agotaría la paleta fantástica en combinaciones y riqueza de colorido, revoloteaban enjambres de mariposas doradas, esmaltados picaflores, millones de loros color de esmeralda, urracas azules y tucanes anaranjados.
--¡Ah de la vida y su tormenta brava!-- siniestro el xeque murmuró, y sombrío:-- ¡Surge á la luz la mariposa esclava, el dormido volcan revienta en lava, el arroyuelo se convierte en rio!
La niña de Luzmela alzó los ojos de la carta y paseó por el cuarto una sonrisa estúpida, que fué a posarse como una mariposa atontada sobre el Niño Jesús lastimado, erguido en su rinconera.
Sobre toda esta vegetación que agotaría la paleta fantástica en combinaciones y riqueza de colorido, revoloteaban enjambres de mariposas doradas, esmaltados picaflores, millones de loros color de esmeralda, urracas azules y tucanes anaranjados.
Adornan sus orillas flores silvestres, muchas de las cuales no han recibido aún nombre latino, pero sin duda son ya conocidas de los dorados insectos, de las mariposas de todos tamaños y colores, azul y oro, blancas y negras, matizadas, brillantes, pavonadas, llevando rubíes y esmeraldas en sus alas, y de los millares de coleópteros de reflejos metálicos, espolvoreados de oro fino.
NO ES MI MUSA... No es mi musa la sílfide aturdida que corre tras azules mariposas, ni tampoco es Ofelia dolorida que pasa desbordando tuberosas.
La niña de Luzmela alzó los ojos de la carta y paseó por el cuarto una sonrisa estúpida, que fué a posarse como una mariposa atontada sobre el Niño Jesús lastimado, erguido en su rinconera.