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AIRE
Los inicios. La teoría
de la “generación espontánea”
Hacia fines del siglo XVII, el comerciante holandés Anton
von Leeuwenhoeck refinó el microscopio y describió la existencia de un mundo hasta ese entonces desconocido. Llamó
animalículos a las formas móviles que observó en muestras
orgánicas y presentó su descubrimiento a la Royal Society
de Londres en 1676 abriendo las puertas de un nuevo tipo de
materia viviente que no podía ser vista por el ojo humano.
Este hallazgo permaneció durante dos siglos casi como una
curiosidad, antes que el mundo científico pudiera aceptar el
papel de los microorganismos en la patogénesis de distintas
enfermedades.
Se consideraba, en general, que los animalículos que aparecían en el tejido o los cultivos en descomposición provenían
de un proceso de generación espontánea (abiogénesis). La
primera persona que realizó experimentos controlados con el
objetivo de refutar esa teoría fue el biólogo y médico italiano
Francesco Redi. Su obra Experiencias sobre la generación
de los insectos de 1668, si bien desconocida por la corriente primaria del pensamiento de esos días, postuló tempranamente la diferenciación entre los fenómenos naturales y su
percepción humana y sentó las bases para la “teoría microbiana de la enfermedad”.1
La teoría microbiana de la enfermedad
Hacia 1859, Louis Pasteur sentó las bases de la “teoría microbiana de la enfermedad”, presupuesto fundamental para
el desarrollo posterior de la terapéutica antibiótica.
Pasteur fue originalmente un químico aunque en realidad fue
un científico completo. Con múltiples inquietudes y planteándose múltiples desafíos desarrolló su inagotable actividad en áreas muy diversas de la ciencia, como la química,
la física, la veterinaria y la bacteriología. Mientras estudiaba
los procesos de la degradación de los vegetales y animales
a través de la putrefacción y la fermentación demostrando
que se trataba de procesos biológicos protagonizados por
hongos, levaduras y bacterias presentes en el aire del ambiente, en lugar de procesos meramente químicos, comenzó
a pensar que los mismos gérmenes que actuaban en dichos
procesos podrían tener un papel patogénico en los seres humanos.3 En su difusión acerca de las ideas “biogénicas” de
los procesos de descomposición escribió: “Todo indica que
las enfermedades contagiosas deben su existencia a causas
semejantes”, y aventuró: “Lo infinitamente pequeño puede
tener un papel infinitamente grande”.4
En 1864, luego de vencer gran hostilidad de parte de muchos
intelectuales de la época, la Academia Francesa de Ciencias
aceptó finalmente y avaló la teoría de Pasteur, contribuyendo así a modificar decisivamente la percepción de la patogénesis que se tenía hasta entonces. Las implicaciones de
esta aceptación también repercutieron en industrias como la
de la alimentación al explicar los procesos de fermentación
que permiten por un lado leudar el pan o producir el vino o
la cerveza, y por otro son los responsables de agriar la leche
o enranciar la manteca, entre muchas y diversas capacidades.5
Pasteur, un observador atento, curioso incansable y un
hombre eminentemente práctico, dedicó la mayor parte de
sus esfuerzos a aplicar su conocimiento en la resolución de
problemas concretos de la vida cotidiana y, si bien recibió
críticas en relación con que algunos de sus hallazgos –como
en muchas circunstancias de la historia de las ciencias– eran
producto de la casualidad, solía decir que “las casualidades
afortunadas solo llegan a las mentes predispuestas”.6
En el campo de la medicina fue Joseph Lister uno de los primeros en llevar a la práctica la teoría de Pasteur, al desarrollar la antisepsia en la cirugía con el objeto de destruir los
Figura 2. Mapa de expectativa de vida en 1900 y en 1990
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espero q te ayude dame corona plis