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Cada vez más empresas son las que invierten en los conocidos beneficios sociales para sus empleados, con el fin de motivar y satisfacerlos para garantizar un mayor rendimiento del trabajo diario. Pero, ¿qué reacciones comportan estos beneficios y hasta qué punto se debe hacer uso?
Por un lado, las empresas desean que su plantilla sea responsable con sus tareas y obligaciones, que denoten compromiso y sean fieles con su productividad. También la creatividad con nuevas ideas y el afán propio de cada empleado son rasgos que las compañías anhelan para cada uno de los componentes de sus departamentos. En cambio, dichos trabajadores justifican el rendimiento de su trabajo según su remuneración económica acorde con las horas trabajadas y la complicidad de su labor.
Lo que está claro es que tanto por un lado como por otro, deben ser coherentes con sus acciones y dar lo mejor de las dos partes para así conseguir aumentar los beneficios generales de la empresa.
La importancia de los beneficios sociales para los trabajadores - TSP Blog
Desde hace años, los reconocidos beneficios sociales han crecido de manera sorprendente, creando una “empresa saludable”. Hay diferentes tipos de beneficios, dependiendo también de cada posición, jornada laboral y edad. Entre los más comunes destacan el seguro de vida o el seguro médico, las dietas y transportes, un horario más flexible combinado con días de trabajo en casa, o cursos y formaciones. Tampoco sin dejar de lado ropa o material para el trabajo así como los uniformes, el plan de pensiones o la cesta de Navidad. Para los padres y madres de familia cada vez más se añaden beneficios para sus sucesores, tales como ayudas económicas para el colegio o un plan de carrera para su futuro.
Lo que está claro es que hay suficientes motivos para invertir en este servicio, ya que por norma general influye en el crecimiento global de la empresa. Estarían por destacar el interés de los trabajadores y la motivación que indirectamente (o directamente) se les atribuye, la capacidad de sentirse productivos entre el tiempo laboral y personal, y una mayor efectividad de los resultados adquiridos a partir del alcance de sus objetivos iniciales. De esta manera, hay una mejora entre la relación de la empresa y el empleado.
Además, a todos estos motivos le podemos añadir los tiempos de crisis, donde se han reducido o congelado los sueldos con las mismas condiciones de horarios y jornadas. Por lo tanto, la solución clave es ofrecer estos servicios que enriquecen el ánimo y estilo de vida de los trabajadores, generando así motivación y más ganas de seguir adelante, sintiéndose más valorados.
A pesar de eso, los beneficios sociales no son los mismos para todos los empleados, sino que depende bastante de las diversas generaciones que existen en una organización. Por un lado, podríamos agrupar a los Babyboomers y la Generación X, las generaciones más adultas que velan por los beneficios que influyen a su salud, el plan de pensiones y la flexibilidad horaria para compaginar la situación laboral con la vida familiar. Seguidamente destacar la generación Y, aquellos empleados jóvenes que valoran su formación y carrera profesional para crecer en el mayor número de ámbitos posibles. Y por último la generación Z, los becarios o trabajadores a tiempo parcial que tienen como meta principal incorporarse a la plantilla de la empresa.
Aunque los beneficios sociales sean un gran recurso para contentar y satisfacer a los empleados, hay que saber gestionarlos y concederlos apropiadamente, sin dejar que los trabajadores se acostumbren a un estilo de vida laboral demasiado tolerante, sobrevalorando su libertad personal.
En definitiva, las empresas deberían valorar el esfuerzo y las capacidades de cada uno de sus empleados, sean de la generación que sean, ofreciéndoles la oportunidad de saborear las ventajas de los beneficios sociales para así garantizar una felicidad personal que ayudará al rendimiento y crecimiento de la empresa.