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ueves 19 de marzo: Las rutinas que daban algo de certeza a mi familia se han desvanecido. Mi hija salió del colegio un martes para encerrarse en casa y ni el jardín que ve desde su ventana ha podido pisar nueve días después. Sus padres, periodistas, apenas levantamos la mirada del ordenador, el teléfono móvil, los periódicos y, a veces, de los libros. Es difícil mantener la rutina de trabajo, la calma, la sonrisa, los juegos y la colada y, a la vez, acallar los escenarios apocalípticos que genera un cerebro hiperestimulado por la información. Mientras nadie es capaz de curarnos esta incertidumbre, la vida que ha parado a la vez sigue. La paradoja no es pequeña
'Vivir', esta sección que usted lee, es la parte del diario que dedicamos a contarle historias que le ayuden a gestionar sus días. Si ya era un reto, ahora con la pandemia la aspiración crece y se impone. «Pensemos temas entorno a lo que nos está pasando y contémoslo», fue la apremiante y nueva directriz que me dieron en el periódico con el decreto del estado de alarma fresco. Las circunstancias nos obligaron a reformular nuestros planes. Como a todos. No pasa nada. Nuestro trabajo nos entrena en improvisar en el caos. Y en ello estamos.
«Se recomienda en general y especialmente en momentos de zozobra. Nos permite reflexionar»
En la búsqueda de ese texto que aporte algo que le ayude a sobrellevar esta crisis, recordé algo que leí en un periódico nacional hace días. Lo busco. Es este párrafo: «Cuenta Lily, desde un bloque de vecinos de Wuhan en el que están todos infectados: 'Yo he escrito un diario. Me ha mantenido la cabeza ocupada. Recomiendo que los españoles hagan lo mismo». Un diario. Eso es. Mi amiga, la que tiene terapeuta desde hace dos años y medio, me ha dicho muchas veces que le han recomendado escribirlo para poner orden en su cabeza y su corazón. También recordé a Enrique Gavilán, un médico que empezó un blog para superar una depresión por consejo de su terapeuta y acabó recopilado en un libro de éxito.
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