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En “Niños rosados, niñas azules”, familias que cuentan con el apoyo de la Fundación Transitar dan testimonio de las situaciones que han vivido desde el momento en que sus niñas se identificaron como niños o sus niños como niñas: negación, aprendizaje, respeto hacia el deseo de una persona menor de edad que manifiesta quién es y cómo quiere ser llamada, necesidad de vincularse con el resto de la sociedad.
Los padres dan cuenta de los prejuicios institucionales que debieron soportar: la escuela y sus docentes, que no sólo discriminan sino que también exponen a lxs niñxs trans; los médicos a los que tienen que explicarles una y otra vez que su hijx no es extraterreste, que sólo se identifica con el género opuesto al asignado. Estos mismos padres debieron afrontar primero sus propios prejuicios y miedos, para luego enseñarles a los demás la necesidad de ser respetuoso de la diversidad.
Lxs niñxs que aparecen en el video cuentan cómo fue sentirse diferentes a como eran vistos: hablar con artículos del género opuesto, querer ser princesa en cuerpo de niño, querer jugar al fútbol en cuerpo de niña. Querer vestirse según su deseo más profundo y llamarse de acuerdo a su propia identidad autopercibida. “Yo no vivo en el cuerpo equivocado. Es lo que me tocó, es mi cuerpo”, asegura Matías.
El valor del documental radica en la posibilidad de que estas personas (padres e hijxs) puedan ser vistas como referentes para quienes inician un proceso de cambio de identidad. Además, ayuda a visibilizar el sufrimiento que puede provocar la mirada ajena, el dedo acusador que señala porque es incapaz de comprender o, peor aún, de aceptar el deseo de otrxs.
Algo positivo para mencionar es que el documental no es gris, no es triste ni apela al golpe bajo; cuenta historias duras, pero las entremezcla con las imágenes de infancias felices que son lo que deben ser: libres y acompañadas por el amor de los adultos que las guían. Ante una sociedad que presiona para rechazar al que no encaja en etiquetas reduccionistas, estas experiencias muestran que no todo está perdido. Siempre hay personas dispuestas a ofrecer su corazón.
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