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El relleno sanitario es, a grandes rasgos, el método más utilizado en el país para la disposición final de los residuos sólidos y consiste en depositar en el suelo estos materiales, cubrirlos con una capa de tierra y compactar el material.
Estos sitios deben cumplir con principios básicos como el control de los líquidos y lixiviados, generados por el proceso de descomposición de los sólidos, así como de los gases producidos, sustancias que pueden generar daños a los mantos acuíferos y al ambiente.
Pero en algunos rellenos del país, la realidad es otra. Las irregularidades en su manejo amenazan con provocar accidentes ambientales y sociales, si no se toman a tiempo las medidas necesarias.
De acuerdo con la Ley de Gestión Integral de Residuos Sólidos, la población debería seguir el sistema en jerarquía, en el que reducir al máximo la generación de estos materiales es el primer paso.
Así, la reutilización de los desechos, su valorización por medio del reciclaje, el tratamiento y la disposición de la menor cantidad posible de residuos son las acciones que deberían de cumplirse después.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos en educación ambiental y campañas de reciclaje de diversas organizaciones e instituciones, no se cumple esta normativa y los rellenos sanitarios se han convertido en el destino de todo tipo de residuos sólidos, incluyendo materiales peligrosos para el ambiente y la salud humana.
En Costa Rica, un 94 % de los desechos sólidos terminan en rellenos sanitarios, vertederos controlados o botaderos a cielo abierto.
Según expresó el abogado ambientalista Álvaro Sagot Rodríguez, una de las mayores consecuencias de un mal manejo de un relleno sanitario podría ser la contaminación de las fuentes de agua superficiales y subterráneas.
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