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Aunque el trabajo de Goríbar ya puede apreciarse durante la época en la que trabajó con Miguel de Santiago en Guápulo, es durante su estancia en la hacienda Yurac-Compañía que se empieza a dar a conocer por su propio talento. Algunos fieles de la parroquia le encargan varios trabajos pictóricos, con cuyos pagos pudo mantener a su familia, a la vez que se convirtió en la forma en la que varias de sus obras fueron a parar a colecciones privadas de la actualidad.
Después del terremoto de 1660 en Quito, la Iglesia de La Compañía se había venido abajo, y después de una ardua reconstrucción que tomó varios años finalmente estaba lista para empezar a ser decorada. Los jesuitas le encargaron a Goríbar una serie de dieciséis cuadros de los profetas de la Biblia para alojarlos en los pilares de la nave central; esta colección, llamada simplemente "Los Profetas", se convirtió en su primer gran trabajo, y también uno de los más célebres. En 1689 le piden que se haga cargo del retablo de la Iglesia de Guápulo, en la que años atrás había aprendido el oficio junto a su tío; la obra inició algunos años después y fue concluida en 1718. El gran lienzo, de cinco por tres metros en el que se representa la Asunción de la Virgen rodeada de ángeles y santos franciscanos y a la Virgen del Pilar rodeada de los apóstoles, es una de las obras maestras de la pintura barroca americana.
En 1733 es contratado para renovar las pinturas del coro y las celdas del convento de San Francisco. Por la misma época realiza el dibujo de la Provincia Jesuita de Quito, uno de los grabados más importantes de la historia ecuatoriana y que hoy se encuentra en la Biblioteca del Colegio de Salvador, en Buenos Aires.
Pintó para el refectorio de la Iglesia de Santo Domingo una serie de diez cuadros llamada "Los Reyes de Judá", en la que se representan varios monarcas de Judea que son nombrados en la Biblia: David, Salomón, Roboam, Abiam (Abías), Asa, Ajáz, Ezequías, Manassés, Josías y Joaquín.
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